JODER QUILLO, ¡QUÉ MAL ESTAMOS!

Hoy por ser víspera de salida, tengo que arreglar todos mis aperos y ponerme guapo y eso que es difícil ser más guapo. A veces no me doy besos en la boca, porque no tengo dos bocas, sino estaría todo el día pegado por los labios. No sé si es que me quiero o es que me amo o las dos cosas. Bueno, ahora en serio, tengo varias cosas pendientes y como buen chico que soy, tendré que ser obediente. En estos casos sí que no me importa ser obediente, porque a punto estoy de partir hacia otros mares lejanos, en concreto vuelvo a las manos de mi querido Océano Atlántico.

Lo añoro y lo añoro mucho. Hecho de menos sus grandes mareas, sus largas e inmensas  playas, su gente, su bullicio, su ronroneo constante, su arena mojada. Me gusta Cádiz por tierra, mar y aire y a veces estando allí me entra el sirico o sea me vuelvo más loco de lo que estoy. Tierra entrañable y de luz viva, tierra con mucha historia encima. Me gusta todo eso, pero lo que no me gusta que muchos o algunos de los que nacieron allí, piensen que viven en el paraíso. ¡Coño!, que en la tierra hay muchos sitios bonitos.

Se agarran demasiado a su tierra del alma, y es que Cádiz tiene su punto negro, que es el paro y ante el paro no hay fronteras que valgan y que merezcan la pena, ante el paro hay que currárselo y si hace falta se va uno hasta los confines del mundo. Claro que esto me daría igual, si no se quejaran tanto, si en todo el día no estuvieran con el mismo estribillo: ¡Joder quillo, que mal estamos!. Pues tío espabila, haz las maletas y de vez en cuando vuelves a tu Cádiz del alma. Que así andamos muchos por la vida y no estamos muertos. ¡Hostia!.

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JULIO CORTÁZAR