LOS LLORONES

Y es que en el fondo y en la superficie, yo no soporto a los llorones. Vamos, que como me roce un llorón o me caiga una sola gota de sus lágrimas, me produce ataques de alergia y broncoespasmos variados. O sea que por fuera me pongo como una roncha y por dentro, me entran ataques de asma y a la UCI a llenarme de corticoides. Y que nadie saque las cosas de quicio, yo no soporto a los llorones que se quejan y que no hacen nada y no incluyo a los que están jodidos por un motivo en concreto.

Pero como todo tiene un límite, yo también se lo pongo a ellos, a los que lloran, y si pasan de seis veces de lloros lacrimógenos y por el mismo motivo, yo les cambio el sambenito o cartel que los identifica y entonces mentalmente, ya les paso a llamar, llorones. Porque no sé muy bien lo que pretenden, pues partimos de que ellos están jodidos, pero repetir lo mismo más de seis veces, estoy seguro que lo hacen para joderte a ti y porque no soportan ver bien al que está su lado o al que esté cercano.

Por tanto, llorón que veo es un tío muerto, muerto para mis adentros y porque a éstas alturas yo no estoy para aguantar lloradas de nadie y menos si se corren de gusto llorando. Porque algo de placer les da o les pone cachondos. Bueno, pues es su manera de sacarle jugo a la vida, pero como la mía así no es, pues que simplemente, que me dejen en la paz de los mortales.

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JULIO CORTÁZAR