Hoy es Viernes y día 29 de Enero y aquí sigue sin llover. Y señores, yo amo la lluvia, la amo desde tiempos inmemoriales, la amo desde que me mojé por primera vez con un chaparrón atlántico, cosa que posteriormente fue demasiado frecuente. Pero desde que me cambié a climas más tropicales, echo de menos la lluvia y eso que en estos climas, cuando cae, pues cae a plomo y sin hacer tonterías. Pero ya van meses de sequía absoluta y como de aquí al Verano no llueva, la Isla se va a convertir en un peñón de rocas desérticas. Y dicen que lloverá y si lo dicen, yo tengo que tragar saliva y aceptar la predicción, pues dicen que la esperanza es lo último que se pierde, porque lo primero que se pierde y para nuestra desgracia, es la dignidad.
Y yo intento y como un loco conservar mi dignidad a flote, pero el entorno que me rodea me puede y a veces, me vence. Tanta apatía, tanta inmundicia, tanta envidia, tanta desidia, tanta mierda bendita, hacen que te sientas como un grano en el culo o sea que molestas, pero que de ti no depende la vida ajena. Incordias y molestas y a veces amenazas con explotar, pero la sociedad tiene sus normas y sus leyes y que sirven como bálsamo para tus molestias y al final, tú explotas de forma totalmente silente. Y por eso los grandes debemos hacer nuestras éstas dos palabras: paciencia y silencio.
Éstas son dos cualidades que yo no tengo, no tengo paciencia y nunca la tuve y el silencio, como veis, tampoco entra en mis planes. Yo soy de los que prefieren cagarse en todo lo que se menea, que almacenar la mierda hacia adentro. Yo nací así, nací explosivo, nací llorón y gruñón y al que me toque, le parto la boca (bueno, al que me toque de esa manera). Porque por otro lado, yo soy mimoso y me gustan las caricias, los besos y los abrazos de oso, es decir me gusta el cariño intenso pero temporal, porque tampoco llego al grado de grimoso y venga a dar besos y abrazos todo el puto día. Y una cal y otra de arena y así soy yo.
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