EL PERRO

No sé, pero acabo de llegar de la calle y me di cuenta que faltaba algo en mi casa y después me di cuentas que faltaban los ladridos del perro. cuando oye abrir la puerta de fuera, ladra y a veces, hay que reconocerlo, eso mismos ladridos me alteran un poquito. Pero lo que es la costumbre, te haces a esos ladridos y al final, acabas echándolos en falta. hoy se llevó el perro su dueño, que no es otro que mi hijo mediano y a pesar de echar de menos sus  agudos ladridos, me siento libre y liberado.

Estoy del perro hasta los huevos. Me cago en sus cagadas y meadas, me cago en sus olores perrunos, me cago en los pelos que va dejando, pero a pesar  de todo esto, yo lo echo de menos. Así son los amores, son contradictorios y a veces no se entienden. Pero como sé que son un par de días de ausencia, me encuentro loco de contento. Yo creo que salvo con el primer perro que tuve, con el resto he fracasado. Yo los quería juguetones y salieron peleones. Yo los quería cariñosos y lo fueron, pero solo cuando quisieron. Yo los quería obedientes y siempre hicieron lo que les salió de sus santos cojones.

Pero como soy humano, soy obcecado y nunca me rendí a la evidencia de que soy un fracasado con los perros. Éste es más o menos pasable, salvo que sino lo sacas, caga y caga y mea y mea y aún sacándolo lo hace igual, mea y caga.  Se pasa día y noche cagando. Obedece cuando quiere y eso me gusta pero a la vez me incordia, pues  a mi me gustaría ejercer de abuelo del perro y por eso me gusta su desobediencia, pero como al final me toca el papel  de padre, no me entusiasma que me desobedezca.

 Yo pensaba que ya tenía cubierta esa necesidad de tener un perro y juro que ya la tenía, pero un hijo puede más que tus deseos y al final, cedí y como veis, la he cagado o ¿es el perro el que se ha cagado?, que más da quién cague, la mierda es mierda y mientras no se demuestre lo contrario.

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JULIO CORTÁZAR