oye mis palabras,
y escucha mis latidos,
y nota como se aceleran,
y como a veces saltan.
Es que tú disparas mi gatillo
y yo me vuelvo loco,
porque no acierto a decir todo,
y me atraganto y me ahogo,
y quiero decirte un millón de cosas,
y me ayudo de gestos repetitivos,
y son tics y son meros automatismos,
pero de mi boca no salen las palabras,
esas que fueron tan pensadas y meditadas,
esas que había puesto en fila india,
esas que tienen ir por pasos escalonados,
y que yo tengo tan claro en mi cerebro,
pero tú me confundes el pensamiento
y lo nublas con cortinas de humo,
y entonces, me entra la congoja y el miedo,
y la inseguridad se hace mi amiga,
y balbuceo sonidos guturales,
y siempre acompañados de aspavientos,
y entonces te miro a los ojos
y esperando que puedas leer en los míos,
pero aún no eres capaz de penetrar en mi mirada,
y te quedas con el color de mis ojos
y no ves al fondo de mi retina,
pues es una pena y porque allí está escrito,
y allí lo pone y con letras de oro y plata,
que te quiero y que te querré siempre.

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