AMBICIÓN

Pues yo me pregunto muchas cosas, pero ahora sólo me estoy preguntando una. Porque cuando uno dice que es ambicioso, a continuación se ve obligado a tener que matizar. Y soy ambicioso y no lo soy tanto. Y no soy un ciego ambicioso.. Y soy ambicioso pero no soy un ambicioso desatado. Y en fin, mil maneras más de ir poniendo matices al significado.

Y en cambio dices que tú eres, por ejemplo, alegre y tú ni nadie ve la necesidad de que lo matices. Eres alegre y que bien que lo eres y eres alegre y me alegro de ello. Y no hay necesidad de decir, que eres alegre todo el día o sólo al mediodía. O soy alegre pero no soy tonto y también se enfadarme y cabrearme y si tengo que ser serio, pues lo soy. Y no soy un alegre papahostias y porque ya salí así del botijo y no me enfado contigo y aunque me des una bofetada y una patada en la boca, yo seguiré siendo alegre. No señor, si dices que eres alegre, no se presupone que seas un gilipollas, se presupone que en general eres alegre, pero que también puedes estar en otros estados de ánimo.

La ambición en si misma no es mala, la es la desatada y la que te hace que pises a la gente o a tus congéneres. Si yo nací de la mano con esa palabra y ya desde pequeñito me decía mi madre, ¡Hijo hay que tener ambición, porque sino no serás nadie!. Y tengo ambición y seguí su sabio y profundo consejo y ahora ¿quién soy?. Pues soy un saco de ambición y no de ambición reprimida, sino de buena ambición, de la que lucha por la conquista de sus sueños. Y ahí sí que me reconozco como ambicioso, ambiciono el tener el poder de interpretar los pensamientos, ambiciono ser mejor persona, ambiciono que me lean, que me entiendan, que me escuchen y que me hablen. Sí, ambiciono todo lo que veo y lo que siento y si eso es ser ambicioso, pues lo soy y me atengo a todas las consecuencias por ello.

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JULIO CORTÁZAR