Y menuda tarde, hecho humo por mis orejas y mi cerebro es una olla en ebullición continua. Hierve mis neuronas y hierven mis cojones, todo hierve en la casa del señor, que en éste caso, ese señor soy yo. El doctor señor o el señor doctor o el señor que fue doctor y que ahora ya no sabe, o como diría el otro, ese tío que aparenta ser médico y es una mierda pegada a un palo. Pero eso lo dice el otro y no lo digo yo, pues de señor no tengo nada y de médico tengo algo y de doctor tengo menos, pero tengo cosas dentro y sentimientos y muchos pensamientos y algo de conocimiento médico. Y entonces soy rico, eso sí que soy, soy un hombre rico por dentro y tengo la obligación de cuidar mis tesoros internos.
O sea que tengo que cuidarme y darme mimos y acariciarme y darme besos, muchos besos y si pudiera hasta me daría por el culo. Como un puto hermafrodita, que esos sí que viven bien, pues no tienen que padecer con alguien a su lado, ni oír los reproches que salen por el tiempo. Porque sí, si que pasa que con el tiempo crecen los reproches y aquello que era tan lindo y que nos hacía tanta gracia, pues resulta que ahora no lo soportamos. Y gracia nos hizo en aquél momento, pero los momentos recordados a base de repeticiones, se vuelven empalagosos y grimosos. Más vale que los buenos momentos que uno tiene en su vida, que los guarde uno mismo como un tesoro escondido, en tal caso airearlos muy de vez en cuando y para no cansar a tu parienta y al revés también pasa lo mismo.
Y si no, que el que quiera que haga lo que yo hago, airear libremente mis pensamientos y mis sentimientos y eso hay que hacerlo sin cortapisas. Sino de que te valdría escribir tanto, ¿para reprimirte y no ser sincero?. Para eso ya está el resto de mi vida, para mentir a medias, para decir medias verdades, para jugar con las insinuaciones, para decir que estás contento y cuando en realidad estás muy jodido y para que no te vean como a un débil y con quien puedan cebarse. La máscara, la máscara de andar por la vida y yo ahora y escribiendo, a esa máscara la he roto en mil pedazos y ahora sólo llevo mi cara puesta, la única cara que tengo, pero también tengo que reconocer que he tenido muchas caras en la vida
.
O sea que tengo que cuidarme y darme mimos y acariciarme y darme besos, muchos besos y si pudiera hasta me daría por el culo. Como un puto hermafrodita, que esos sí que viven bien, pues no tienen que padecer con alguien a su lado, ni oír los reproches que salen por el tiempo. Porque sí, si que pasa que con el tiempo crecen los reproches y aquello que era tan lindo y que nos hacía tanta gracia, pues resulta que ahora no lo soportamos. Y gracia nos hizo en aquél momento, pero los momentos recordados a base de repeticiones, se vuelven empalagosos y grimosos. Más vale que los buenos momentos que uno tiene en su vida, que los guarde uno mismo como un tesoro escondido, en tal caso airearlos muy de vez en cuando y para no cansar a tu parienta y al revés también pasa lo mismo.Y si no, que el que quiera que haga lo que yo hago, airear libremente mis pensamientos y mis sentimientos y eso hay que hacerlo sin cortapisas. Sino de que te valdría escribir tanto, ¿para reprimirte y no ser sincero?. Para eso ya está el resto de mi vida, para mentir a medias, para decir medias verdades, para jugar con las insinuaciones, para decir que estás contento y cuando en realidad estás muy jodido y para que no te vean como a un débil y con quien puedan cebarse. La máscara, la máscara de andar por la vida y yo ahora y escribiendo, a esa máscara la he roto en mil pedazos y ahora sólo llevo mi cara puesta, la única cara que tengo, pero también tengo que reconocer que he tenido muchas caras en la vida
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario