MI CUEVA Y MI VECINO

Antes ni de coña era tan receloso del querer estar sólo y tranquilo. Era al revés, necesitaba gente por todos lados y esa necesidad con el tiempo, se hizo dosis dependiente y al final y en consecuencia, no sabía estar sólo y sólo era igual a aburrimiento. No sé lo que me pasó por mis adentros, pero ahora me pasa lo contrario y quiero estar sólo todo el rato y no me aburro con ello, al revés me divierto como un loco. Claro que sé que a veces me paso y pueden pasar días y días y sin ver a nadie y por eso digo, que me viene bien el tener que currar, para también relacionarme por cojones.

Sin darme cuenta me estoy volviendo un ermitaño metido en la cueva de mi casa. La Baticueva, como le llamaba el anterior verano, porque dentro vive Batman, que soy yo, por supuesto y porque esta cueva es agradable y llena de detalles. Y donde se curra a todas horas, salvo en los momentos reservados para ver una película.

 Pero bueno tengo mi aparato de aire acondicionado y que sólo pongo cuando respiro por las agallas. Y plantas de todos tipos y razas, y libros que ahora están de adorno y porque no tengo tiempo para poder leerlos. Y pensamientos, los pensamientos circulan como el aire y las ideas flotan sobre los cuadros. Y todo es un mundo mágico, menos mi culo, que me duele un huevo y por estar tanto tiempo sentado.

Y tengo dos hermosas ventanas y por las que penetra luz a espuertas. Y de vez en cuando asoma al otro lado de la calle, un vecino con amplia barriga y sin camiseta y que me pone la líbido a tope. Al llegar la noche le gusta apoyar su asquerosa barriga sobre la repisa de la ventana y el muy cerdo se zampa un bocadillo todo grasiento. Lo dicho, me pone el tío y me excita con pensamientos libidinosos. ¡Joder!, si fuera una tía y que estuviera buena o por lo menos potable, otro gallo cantaría y entonces asomaría yo a mi ventana y comiéndome otro bocadillo, que ya se sabe que los hábitos iguales unen a las personas. Pero no señor y entonces llego a la conclusión, de que cada uno tiene enfrente lo que se merece.

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JULIO CORTÁZAR