PASMAS

Dicen en la peli que está viendo mi hijo enfermo: ¡todos somos polis!, dice una pasma policía y para mantener sus nervios templados va la tía y generaliza así con sus compañeros. Hay también un lenguaje propio de pasmas y en el que se dicen tacos y se hacen muchas amenazas, ahora sí, todos son buenas personas y tiene un código ético más que claro. Cuando ponen un pasma que se desvía por las sendas del trapicheo o por las de la mafia, siempre compensan el asunto y lo hacen poniendo a otros pasmas que son requetebuenos. Rechazan sobornos, son incorruptibles, les duele disparar al malo y esperan al último momento y al último suspiro y porque no les queda otro remedio.

Un mundo de pasmas. Un mundo en el casi no duermen y en que todos sus casos son especiales. Se meten tanto en sus casos, que comen mierda de hamburguesas en la oficina. Y se lían con otras pasmas y si se lían con alguien fuera del gremio, siempre acaba la cosa, en divorcio y todo por el tiempo que le dedican a resolver sus casos, es que
se meten tanto en su papel que se olvidan hasta de follar. Últimamente está de moda ver a los pasmas tomarse una o varias birras después del curre y ahí se cuentan chistes y chanzas. Y sigue el mismo tema de que al llegar a casa se cepillan una copa de wisky y casi de un sólo trago.

Comida basura, unas birras, unas copas de wisky y los líos matrimoniales, así es la vida de un pasma bueno. La del malo es la misma, sólo que vive con más pasta y por tanto se permite más dispendios. Porque los buenos, son buenos de verdad y se comen el coco si hacen un acto malvado y esa es otra gran lección de éstas pelis, que uno puede pecar, pero que siempre hay tiempo para el arrepentimiento. Y si todos tuviéramos algo de pasmas, seguro que el mundo funcionaría mejor.

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JULIO CORTÁZAR