yo quiero luz,
y necesito luz,
y luz brillante y clara,
y luces que siempre se encienden
y que nunca se apagan,
y que la luz me haga daño,
y que cicatrice el fondo de mi retina,
y en ese mismo punto por donde siempre sangro,
y es que lloro en lágrimas de sangre,
sangre de rojo cereza,
o sangre roja y divina,
y sangro como sangra un santo,
o como se desangra un cordero,
mis ojos están rojos de ira,
y el esfinter de mis pupilas se abre y se cierra,
y al mismo ritmo que la claridad del día,
y a veces se quedan fijas e inertes,
y son como dos alfileres clavados,
y eso me pasa,
cuando me quedo perplejo,
perplejo con lo que veo,
perplejo con lo que siento,
y perplejo con lo que quiero,
después mis pupilas se dilatan,
y amplían mis objetivos,
y puedo ver lo que hay detrás de las personas,
y lo que su alma esconde,
y cuando mis pupilas se encogen,
es porque ya tengo mi objetivo escogido,
y entonces mis pupilas se afilan como puñales,
y se clavan en el fondo de tus ojos.
Y por eso y por eso...,
yo necesito la luz de Cádiz.

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