RECUERDOS DEL LOQUERO - Parte I

El loquero en el que estuve dos veces, estaba en Barcelona y por eso tengo tan gratos recuerdos de esa
ciudad y también porque es muy bonita y muy entrañable y además tiene el mar Mediterráneo a sus pies. Y bueno la primera vez que estuve, el Loquero estaba camuflado encima de un Geriátrico y en la última planta del edificio. La segunda vez sufrió una metamorfosis y se cambió de sitio y estaba en medio de un Pinar espléndido y lejos del bullicio de la ciudad. Bueno como se ve, en un sitio más adecuado para la paz espiritual que necesita un loco, si es que eso hace algo, pero bueno yo por lo menos, si ví Ardillas en los pinos y jabalíes a las puertas del Loquero y eso cuando estás loco, no sabes si es una alucinación o es que le medicación tiene esos efectos secundarios.

O sea un sitio de paz y remanso y en medio de un monte. De noche era de agradecer el que se pudieran ver las estrellas del cielo y ya con la medicación que nos metían por la noche, entre estrellas se te empezaban a caer las pestañas y alguno se quedaba sobado viéndolas y mientras ya roncaba. Medicación fuerte y siempre sobrepasada, como si con ello se aseguraran de que nos quedáramos tranquilos y bien dormiditos. Como si fuéramos bebés y se nos cantara una nana, pero una nana con forma de pastilla y alguno se le trataba la lengua y cuando ya hablaba de forma gangosa, era el preludio de que se iba a quedar dormido y así pasaba,  se quedaba dormido como un tronco.

El día era muy largo y empezaba a las 8 de la mañana, Desayuno y previo aseo y después se hacía como una salutación colectiva, y yo soy fulanito y buenos días y estoy aquí porque soy un pirao y otro que decía lo mismo y que también saludaba y así nos presentábamos todos los días, vamos por si acaso nos olvidábamos por tomar tanto pastilleo. Después pasaban lista de tareas y fulanito hoy tienes psiquiatra y tú tienes psicólogo y el resto tenéis charlas didácticas y que consistían en venga a hablar y a darle vueltas a las drogas, y al alcohol y a las depresiones y así hasta las 2 de la tarde. A continuación el papeo y después a quién le tocaba se iba de nuevo al psiquiatra o al psicólogo y el resto, venga a hacer tareas. Pues nos ponían tareas y que debíamos llevar escritas. Y a eso de las 7 de la tarde, se daba por finalizado el asunto y yo por ejemplo, era el tiempo que tenía para hacer bicicleta estática y me metía unos tutes que te cagas.

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JULIO CORTÁZAR