DIARIO DE A BORDO

 Nada nuevo a bordo. Viento noroeste (fuerza 3). Noche cerrada con bruma espesa. Cena tranquila con larga sobremesa bien regada de un buen aguardiente gallego. Ayer por la tarde hubo movimientos extraños, el barco se movió sin rumbo fijo durante un par de horas, eso nos dijo el Capitán. Nadie sabe el porqué. Deben ser fenómenos extraños en la tercera fase. Llevamos rumbo a Singapur, pero antes aún nos quedan  un par de paradas en tierra: la primera en Mumbai (India)  y la segunda en Colombo (Sri Lanka) y después por fin, llegaremos a nuestro destino. Salimos del puerto de Vigo (Galicia-España) hace 14 días y estamos de mar y barco hasta la misma bandera. Pero ya queda menos, apenas 3 días y después a conquistar Singapur o mejor, que él nos conquiste a nosotros (yo me dejo querer).

Ayer vimos Delfines y Cormoranes, fue precioso porque además coincidió con la hora punta de la puesta de sol. Hay personas a bordo que pueden resultar ser interesantes, algunas que no todas. Ayer en la cena congenié con un tipo que era irlandés de pura cepa, católico hasta la médula, caótico en la práctica del día a día (eso me dijo) y eficaz cuando la conversación se enredaba más de lo necesario (eso lo comprobé). Después con el aguardiente todo se fue haciendo más confuso, tipo nebulosa, pero al mismo tiempo, las conversaciones se fueron llenando de risas y chistes y anécdotas absurdas. Hoy menuda resaca tenía yo y el irlandés, no apareció hasta última hora de la mañana y con cara de poco amigos. Supongo que lo fundió la resaca, él solito  se bebió lo de tres de nosotros. Menudas tragaderas tiene el irlandés.

A bordo hay de todo, de todo tipo de personas, de todo tipo de tripulación, de todo tipo de entretenimientos y de todo tipo de bailes y variadas payasadas, que al parecer son del gusto de algunos (no, del mío). Para mí todo esto es un coñazo y una pantomina que como los carnavales, para mí no tienen ni pizca de gracia. No me gustan las fiestas, no me gustan los bailes, no me gusta el tenerme que relacionar ni por casualidad ni por la fuerza del destino y simplemente porque vas en el mismo barco en que va el resto de la peña. Odio las conversaciones y cenas de etiqueta. Pero bueno, es lo que hay. Además, no es cuestión de encerrarse en el camarote con una botella de aguardiente y borrachera va y borrachera viene y así, hasta llegar hasta Singapur. Un día vale, dos un poco menos y tres, ya no. Prohibido y guardado bajo cerrojo. Y porque en ésta vida o te espabilas o te espabilan y yo prefiero espabilarme yo solito. 

Las mañanas tienen un pase, entre que desayunas, entre que te das un paseo alrededor del barco y así, puedes observar al mar y no sé porqué, pero suele estar más bonito de mañana (bueno, salvo a la hora del atardecer). La tarde es lo peor que llevo, la tarde se hace cansina, tediosa y aburrida. La mayoría de los pasajeros se van a la piscina del barco y el que no se baña, aposenta su culo en el chiringuito de la piscina y venga a cocerse a gin tonics y cervezas. Después con la melopea es cuando deciden mojarse los huevos, pero sin pasar de la cintura (lo que se llama, ponerse los huevos a remojo). Yo leo, me encanta leer. Y también escribo, lo de escribir es mi pasión turca y sin darme cuenta la puesta de sol se va acercando a paso ligero. Y yo no me pierdo una, no vaya a ser que me quede sin ver su rayo verde. Además el mar se tiñe de oro y plata y parece una alfombra de agua teñida de flores de todos los colores. Bueno, pues para ser mi primer día del diario de a bordo, creo que no ha estado tan mal. ¡Seguiremos escribiendo! y por supuesto ¡disfrutando del viaje!...



 


                    

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