LA DIFERENCIA

Y ahora he perdido a mi hijo pequeño y eso que estamos en un pequeño pueblo y en donde todo el mundo se conoce. El tío decidió no venir a comer, ¡el muy capullo! y sé que está en una casa determinada y con unos amigos, pero no sé ni el teléfono, ni sé la dirección. Y claro que ya me lo veo diciendo que se queda a comer en esa casa y que él ya avisó a su padre y por supuesto, que no hay problema. Si supiera como me como hasta los cuernos, no diría lo mismo.

Bueno, tranqui tío, que esto es un pueblo y si le ocurriera algo malo, la noticia correría como la pólvora. Pero bueno no es eso lo que realmente me preocupa, sino que está cogiendo el hábito de engañar y de no decir las cosas. Está en plena adolescencia y engañar a sus padres entra dentro del paquete. Pero yo no dejo de estar preocupado, el chaval es Síndrome de Down y ¡a mucha honra!, pero por esa misma razón, hay que hacerle un fuerte seguimiento, porque sus amigos también están en época pajillera y las chanzas y las bromitas gilipollas son más posibles.

El chaval está integrado en el pueblo, pero hay que tener cuidado con el pueblo, porque el pueblo parece respetuoso, pero no lo es tanto. Como todos los pueblos, hay ambiente más familiar y todo dios sabe el uno del otro, pero coño es mi hijo y yo soy su responsable y como los chavales vean que el padre o madre no están encima, pues hay alguno que se puede aprovechar para hacer sus coñas marineras sobre lo que consideran los defectos de fábrica de un Down. Tampoco voy a decir, que son virtudes, son sólo diferentes formas de ver las cosas.

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JULIO CORTÁZAR