Dosis diaria de Muñoz Molina

 

"Siempre fue el Nautilus un buque muy propicio a los viajes circulares, en parte porque, según se sabe, no hay nostalgia más hipnótica que la de los paisajes submarinos, y en parte también porque al capitán Nemo, que había renegado del porvenir y del trato con los vivos, no le quedaba otro remedio que volver a lo ya vivido y recluirse circularmente en la esfera sólo suya de las profundidades, que es inmensa, pro no ilimitada, y que al cabo de unos cuantos años de submarina peregrinación se vuelve tan catálogo de previsibles costumbres como las calles de una ciudad o las habitaciones de una casa. Como él, que sabía adivinar, en ciertas floraciones tempranas de los bosques del fondo del mar y de la cercanía de las ruinas tantas veces visitadas de la Atlántida, yo me complazco en temporales huidas de esta ciudad no menos fantasmal que aquélla, no para perderla del todo, que tal vez me falten corazón y coraje para tan sublevado propósito, sino calculando, y sabiendo, que cada paso que me aleja de ella será luego un episodio que demore y agrande el placer del regreso, la triste, la ebria dulzura de perseguir en el aire la cercanía de un perfume y de una luz que ciertamente no son los del paraíso, pero que no existen en ningún otro lugar del mundo y me bastan para no morirme de destierro".


 
























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