Sobre los domingos tengo mi aquél. Por un lado tengo la debilidad mañanera del propio domingo, pues las mañanas domingueras son maravillosas y más acompañadas de un día espléndido como éste. Y las tardes ya son otra cosa y sobre todo a éstas alturas del invierno, pues si normalmente los domingos por la tarde la gente se refugia en sus casas, pues para que contaros cuando se hace de noche a las 5 de la tarde.
A veces me sorprendo a mí mismo con mis pensamientos y como tengo que quedarme estas navidades aquí en la Isla, pues me estaba compensando a mí mismo y pensando lo que sería vivir en una Isla más pequeña y en concreto pensaba en Formentera (que es muchísimo más pequeña), donde te tiras un pedo y toda la Isla lo oye y hasta lo huele y lo saborea. Es curioso como el cerebro se compensa solo y ya que no puedes estar en la Península y como el tío o cerebro se queda jodido, pues busca en otro lado, es decir en una Isla mucho más pequeña que esta y ya está, ya está todo compensado.
Siempre dije que el equilibrio más perfecto se consigue a base de compensarte y a veces, como hoy, ya no tienes que buscarlo, el cerebro lo hace solo por tí, quizá en el fondo ya lo tengo bien enseñado y amaestrado. ¡Y yo sin saberlo!. No dejo de pensar en mis setas y en el paseo entre pinares y me entran ganas no sé si de llorar pero casi, a saber cuando tendré otra oportunidad de poder ir con un día tan espléndido.
Y al final no pude aguantarme y acabo de regresar de mi aventura o fracaso con las setas, 6 mierdas pequeñitas y que no dan ni para un diente, pero bueno y de nuevo me compenso: el paseo por bosques de pinos y con éste solete otoñal, ya solo por eso mereció la pena. Ahora sí que puedo decir al cien por cien, que no puedo más con mi cuerpo serrano y para compensarlo tendré que echarme una inmensa siesta.
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