Ahora lloro
porque suelo llorar en mis poemas.
Pero no hay razón alguna
para el llanto.
Amaban las ancianas a sus muertos,
solas, en habitaciones
donde se consumieron los años.
Lloraban los amantes
sin amor.
Y los caballos. Y las vacas.
Una profusión de llanto
Y yo, con los lagrimales secos,
buscaba una razón
para llorar
y la encontraba siempre
en mis poemas.

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