Y lo que era una ola de un metro, se convierte en una de cuatro metros y el viento era un vendaval que doblaba los árboles y en realidad los acariciaba y a veces los movía un poquito más y eso por darle un poquito de cancha al tema. Y cincuenta mil ejemplos más que podía exponer. No sé de que viene esa necesidad de tener que fantasmear, pero existe y ¡de qué manera!.
Supongo que el primer tío, porque en ésta materia tiene que ser un tío y por sus cojones y olé y porque los tíos en general somos más fantasmas y con eso ya lo digo todo, pues que el tío empezó a tirar del hilo de las exageraciones y seguro que lo hizo sin querer, pues después de la primera mentira se notó apretado y por tanto atrapado y al final, se sintió obligado a seguir fantasmeando.

Y el tío que empezó este asunto, se perdió todo el daño que hizo a posteriori, pues gracias a él seguimos padeciendo esa avalancha de mentiras. Y esto ya no hay quien lo cambie, ni lo arregle, pues cada mentira se monta sobre la otra y ahora es una bola de nieve y más grande que un edificio. La famosa bola de nieve y que va creciendo según desciende, pues éste es el verdadero problema, la bola gigantesca en que se convirtió una pequeña mentira allá en la lejanía de los tiempos.
Pues ya véis las consecuencias de la primera mentira, y todo por culpa de un capullo del antepaleolítico y que por él y sus mentiras, tenemos que seguir mintiendo y todo por qué el listón está y ha quedado alto y tan alto quedó, que ya no sabemos que inventarnos para quedar bien entre los demás mentirosos, que son todos los que nos rodean y empezando por mí mismo. ¡He dicho!.
Pues ya véis las consecuencias de la primera mentira, y todo por culpa de un capullo del antepaleolítico y que por él y sus mentiras, tenemos que seguir mintiendo y todo por qué el listón está y ha quedado alto y tan alto quedó, que ya no sabemos que inventarnos para quedar bien entre los demás mentirosos, que son todos los que nos rodean y empezando por mí mismo. ¡He dicho!.
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