Y es que a veces no puedo más, no puedo más con la risa que me produce mi hijo pequeño Miguel. Está enseñando la casa y sus cosas a un amigo y cuando le toca presentar a su perro, que es un Buldog francés o eso creo, le dice que se llama Sugus y que es Sindrome de Down, como él. Y todo porque el perro es algo sordo, como él y porque tiene esos ojos salidos de sitio y como si hubiera bebido y de un sólo trago todo un tonel de Red Bull. Ya veis mi hijo es más ocurrente que yo y eso me llena de orgullo paterno.
Joder y la casa no está como para enseñar a alguien, todo patas arriba y llena de obstáculos. Y es que si me viera mi Madre, que en paz descanse, me diría, hijo eres un descuidado y te importa todo un carajo. Y en lo de descuidado lo acepto y sin ningún pero, y en lo de que todo me importa un carajo, ya ahí si que opino, que no. Pues mi escala de valores es muy diferente a la de otras personas y sí mi importa el desorden de mi casa, pero si estoy en putas obras, ¿qué puedo hacer?.
Pues tío, acabarlas y cuanto antes y mientras tanto si alguien se escandaliza por el desorden en el que ahora vivo, pues que salga por la misma puerta por la que ha entrado. Yo lucho contra mi desorden natural y lucho todos los días y anoto las cosas y después nunca encuentro los papeles en donde lo había anotado, pero a pesar de ello, sigo anotando las cosas y porque a veces tengo la gran suerte de tropezar con uno de esos papeles. Y todos los días le ato los huevos a San Cucufato y porque siempre pierdo algo o no lo encuentro o porque simplemente él se ha cambiado de sitio. Que a veces pasa eso, que las cosas también se harten de ti.

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