MUERTO EL PERRO, MUERTA LA RABIA

¡Joder! como estaba ayer de radicalizado y menos mal que ya me vais conociendo y por tanto a éstas alturas de la película ya sabéis que a veces mis escritos son descargas de rabia, son gritos desgarradores, o son el inicio de un brote psicótico. Qué más da lo que sean, lo importante es lo que ponen y manifiestan, pero a veces pasa eso, que yo mismo me provoco y me salgo demasiado por la tangente. Y al día siguiente, que es hoy, todo amanece en calma.

Muerto el perro, muerta la rabia, dicen algunos. Lo que pasa es que para matarme a mi hacen faltan muchos condicionantes y sobre todo hace falta que yo me deje morir. Y de momento, de eso nada, quiero vivir a tope y así vengarme de todos los años que me pasé hibernando. Y mira que me obsesionan esos años en balde y ya sé que es tarde para volver atrás  y así recuperarlos, pero yo vivo hacia delante y con esa sed de venganza que hace que cada día sea diferente al otro.

Si algo me enaltece, es mi espíritu guerrero y soy luchador hasta en las vísceras. Lucho y me estimulo, me estimulo y lucho mucho más y así es mi círculo vital. ¡Hombre! a veces me debilito y porque soy un ser humano, pero como me he rodeado de alarmas por todos lados, cuando mis defensas bajan demasiado, se enciende el piloto que llevo puesto en mi cerebro y entonces venga a levantar la moral y venga a meterme caña y estopa. Claro que se me podía preguntar: tú tío cuando descansas. Pues cuando duermo y en ese instante tan placentero que hay justo después de un buen polvo.

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JULIO CORTÁZAR