Las 11 de la noche y ya me están
llamando a arrebato. Ya suenan las 11 campanadas en mis tímpanos, ya
me dicen, tío pasa para la cama, qué además la tienes calentita y
punto. Porque tampoco hay que echarse faroles, de que la tengo bien
hechita y hasta con sábanas de seda. No, sólo está calentita y
cuando pienso que aún tengo que hacer la cama, el nervio vago se me
dispara y empiezan las náuseas, los mareos y las hipotensiones.
Si yo fuera Conde o Marqués del moco
verde, le diría al mayordomo, Manuel hazme de inmediato la cama y
acuérdate de poner un vaso de agua en mi mesilla de noche. Pero yo
no soy un marqués, soy nada más que un pringado con pretensiones.
Vamos alguien que quiere ser lo que no puede ser. Por tanto dejémonos
de tantas mariconadas que no llevan a ningún lado y venga tío,
ponte las pilas y a currar, pringao..
Lo de la cama se me da muy mal, lo de
hacerla, porque en el otro sentido, que es el del sexo, soy como el
rey de la cama, aguanto lo que me echen y de vez en cuando hasta dejo
un polvo de propina. Es lo que nos pasa a los que no somos normales y
que padecemos de furor latino. Lo nuestro es follar y que no se hable
más, las sábanas, las mantas, las almohadas, son sólo complementos
que de vez en cuando usamos, pero la importancia que le damos es como
la que tiene un moco pegado a la nariz, sólo es un anuncio de que
dentro hay algo más grande
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