Resulta que un día vas al encuentro de
alguien y por el camino vas pensando:que como hace tanto tiempo que
no ves a la otra persona, que en muchas cosas habrá cambiado. Claro
que antes de llegar a la cita, te salta el resorte y te dices: pues
coño yo también habré cambiado. Y entonces el pensamiento ya se te
dispara, ¿en qué habré cambiado? Y en un segundo le metes un
repaso a tu vida, tal como ese segundo que se tiene antes de un
accidente.
Cuando por fin llegas al encuentro,
tratas de observar en la otra persona si hay algo nuevo o algo que
resalte o que desentone con la imagen que ya tenías de él o de
ella. Y si la hay, que se lo digas o no, depende de lo que sea y de
la importancia que tú le des. Y claro que todo el mundo cambia y
porque el transformarnos es ley de vida y ninguno de los dos, somos
los de antes y porque desde aquellas seguimos viviendo cada uno por
su lado y ¡hostia! que no estuvimos viviendo, hibernados en una
cápsula espacial..
Claro que para mantener el hilo de
unión se recurre a recordar los antiguos recuerdos de aquellos
lejanos tiempos. Y te acuerdas de aquello y de como fulanito se cayó
al río ...y de aquella acampada que nos bañamos todos en pelotas a
la luz de la luna y menudo pedal que nos cogimos... Después de éstos
apuntes históricos, empieza a picar la curiosidad y empiezan las
preguntas o el interrogatorio de ¿donde trabajas? y ¿estás casado
y tienes hijos ?y demás estupideces que siempre se preguntan. Al
final, el que vuelvas a quedar con esa persona, sólo depende de los
antiguos sentimientos que tuviste con ella y todo lo demás, como que
sobra...
Porque a mi que me importa que se haya
casado tres veces, que tuviera quinientos hijos y todos
desperdigados, que le salió una almorrana cuando cagaba, que se fue
de viaje a Disneylandia con una de sus familias, que estuvo en el
Machu Pichu y en el Pedrito Moreno con una tía que después no se
casó con ella y porque ella, lo dejó. A mi eso no me importa nada,
otra cosa muy distinta es que me dijera que le gusta ir de safaris
cepillándose animales y que le encanta esquiar y en temporada alta,
en los Alpes y esto último lo digo, por lo pijo que me resultaría
el tío. Son prejuicios, pero son mis prejuicios... Y a los pijos, ni
agua.
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