ENCUENTROS EN LA TERCERA FASE

Resulta que un día vas al encuentro de alguien y por el camino vas pensando:que como hace tanto tiempo que no ves a la otra persona, que en muchas cosas habrá cambiado. Claro que antes de llegar a la cita, te salta el resorte y te dices: pues coño yo también habré cambiado. Y entonces el pensamiento ya se te dispara, ¿en qué habré cambiado? Y en un segundo le metes un repaso a tu vida, tal como ese segundo que se tiene antes de un accidente.

Cuando por fin llegas al encuentro, tratas de observar en la otra persona si hay algo nuevo o algo que resalte o que desentone con la imagen que ya tenías de él o de ella. Y si la hay, que se lo digas o no, depende de lo que sea y de la importancia que tú le des. Y claro que todo el mundo cambia y porque el transformarnos es ley de vida y ninguno de los dos, somos los de antes y porque desde aquellas seguimos viviendo cada uno por su lado y ¡hostia! que no estuvimos viviendo, hibernados en una cápsula espacial..

Claro que para mantener el hilo de unión se recurre a recordar los antiguos recuerdos de aquellos lejanos tiempos. Y te acuerdas de aquello y de como fulanito se cayó al río ...y de aquella acampada que nos bañamos todos en pelotas a la luz de la luna y menudo pedal que nos cogimos... Después de éstos apuntes históricos, empieza a picar la curiosidad y empiezan las preguntas o el interrogatorio de ¿donde trabajas? y ¿estás casado y tienes hijos ?y demás estupideces que siempre se preguntan. Al final, el que vuelvas a quedar con esa persona, sólo depende de los antiguos sentimientos que tuviste con ella y todo lo demás, como que sobra...

Porque a mi que me importa que se haya casado tres veces, que tuviera quinientos hijos y todos desperdigados, que le salió una almorrana cuando cagaba, que se fue de viaje a Disneylandia con una de sus familias, que estuvo en el Machu Pichu y en el Pedrito Moreno con una tía que después no se casó con ella y porque ella, lo dejó. A mi eso no me importa nada, otra cosa muy distinta es que me dijera que le gusta ir de safaris cepillándose animales y que le encanta esquiar y en temporada alta, en los Alpes y esto último lo digo, por lo pijo que me resultaría el tío. Son prejuicios, pero son mis prejuicios... Y a los pijos, ni agua.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

JULIO CORTÁZAR