HUÉRFANO DE LUCES Y DE SOMBRAS

Ya cogí mi sitio, ya tengo un sitio en medio de una mesa de comedor, cerca tengo una ventana desde que la que se ve el jardín del paraíso. Yo ayer al llegar a ésta casa daba vueltas y más vueltas pensando en donde iba a instalar mi ordenador, tal como hacen los perros antes de sentarse en un sitio en concreto y bueno, ésta mañana al parecer dios me iluminó o mejor dicho iluminó con el poder del sol esa parte de la mesa. O sea que dios me incitó a ello y entonces yo sólo me senté dejándome acariciar por el sol.

Ahora el sol ya da de soslayo, pero anteriormente me ha dado tanto calor que por dentro tengo las pilas cargadas por lo menos hasta mañana. No sé, pero me encuentro bien, me encuentro a gusto y como si nunca me hubiera ido de ésta casa, como si nunca fuera nunca. El naranjo me tiene alucinado, debe ser el único que ha agradecido el abandono, pues nunca lo vi tan cargado de naranjas y eso me trae recuerdos de cuando está floreciendo y como se adorna con sus olores a espléndido azahar.


El resto del jardín está a monte bravío, hierbas altas, algún arbusto que se arrastra, una gran buganvilla se retuerce en el suelo y está pidiendo auxilio. Un gato que yo no conocía y que me mira entre perplejo y asustado. Los limoneros que como son luneros, siguen dando limones todo el año, aunque ahora no debe ser su punto más fuerte. Los hibiscos siempre agradecidos, están florecientes y sonrientes. La tierra rezuma a humedad y la higuera, la inmensa higuera está sin hojas y como le corresponde a la época. La parra de Jazmines y Buganvillas ya no está, hace uno o dos años los inquilinos que la habitaban decidieron poner fin a la parra que planté justo antes de que naciera mi primer hijo, con ella se llevaron momentos inolvidables, con ella me dejaron huérfano de luces y de sombras.

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JULIO CORTÁZAR