POROSO

A veces es verdad que me gusta hacerme el duro y el impermeable. A veces, que no siempre,
pues tampoco me gusta ponerme una coraza para andar por la vida. Me gusta ser poroso con los sentimientos ajenos, poroso, que no tonto. Me gusta ser poroso con quién se lo merece y porque esa persona vale la pena o también y porque en otro momento, ha sido poroso conmigo. Vamos lo que quiero decir, es que yo no soy un blandito y me compadezco con eso del pobrecito de ti y que pena me das y mira tío tú no te lo mereces y demás palabras de consuelo para bobos.

Y digo esto, porque a lo mejor si se lo merece y porque en el fondo no es trigo limpio o es un mal bicho. Hay tantos que viven de ese cuento y que dan el pego de Blancanieves y que en realidad son voraces Lobos de lo ajeno. Porque una vez que tú les haces caso, ¡cuidado!, porque ya han entrado en tú vida y verás como poco a poco se van apropiando de lo tuyo. Y cuando te quieres dar cuenta, ya se han apropiado totalmente de tú vida.

Son como parásitos que viven de lo ajeno. Y una simple fisura les llega y hoy déjame dormir en tú casa que en la mía no puedo y por tantos problemas que tengo. Y al día siguiente, pues he estado tan bien aquí, que me quedo unos días más. Y al mes, ya tienen su habitación propia y manejan el mando de la tele y hazme la cena o la comida y mañana despiértame tempranito y hazme un zumito. Ya está, la ladilla ya asentó sus posaderas en tú casa y aquí sólo queda un santo remedio, enseñarle la puerta de tu casa y porque sino el final es: es que tendrás que irte tú de tu propia casa. Y aquí no hay posibles negociaciones, le tienes que decir: fuera y que te den por el culo y por aquí no vuelvas.



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JULIO CORTÁZAR