TSUNAMI

La noche de los 1.200 rayos, que fueron los que cayeron sobre la Isla y claro entre 1.200 me tuvo que caer uno en casa. Y yo esa noche de autos, tengo que decir que no me enteré de nada, cayeron 1.200 rayos y yo seguí durmiendo a pierna suelta y por la mañana cuando ví los enchufes destrozados, me pregunté que coño había pasado y hasta media mañana no me enteré de algo. Joder y en cambio me despierto cuando el vecino de enfrente ronca en la ventana, pues figuraros como ronca, con más potencia que 1.200 rayos y truenos.

Y ese rayo a la casa de al lado le hizo un agujero en la pared y le jodió todo lo que tenía enchufado y todo mi vecindario sufrió sus consecuencias catastróficas. Menos mal que no me incendió la casa, porque yo seguiría durmiendo igualmente, sólo que un poco más calentito. Bueno, son catástrofes naturales, así como de natural es la misma vida y no por ello nos quejamos. Vivir lleva implícito, la palabra, riesgo y además está Dios, que de vez en cuando le gusta recordarnos que es el jefe del tinglado y por eso nos obsequia con rayos, truenos y relámpagos.


O un Tsunami, maldita palabra, pues mi hijo pequeño está emparanoiado con los Tsunamis. Y vendrá una ola gigante y borrara del mapa a ésta Isla y a nosotros con ella y dale que dale al tema. Miedo obsesivo, pero al fin y al cabo, el sigue tranquilamente su vida y tú eres el que te quedas agobiado. Yo si viene un Tsunami, después de que pase quiero todo nuevo y reluciente y así aprovechamos ese incidente para dar un paso histórico, la revolución pendiente.

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JULIO CORTÁZAR