Yo antes tenía esa teoría lánguida y triste que decía: yo escribo mejor cuando estoy jodido y deprimido y por esa misma razón, casi no escribía nada. Y entonces me dí cuenta que no salían las cuentas, que yo tenía que conseguir escribir en mis mejores momentos, pero claro, estos no llegaban o se hacían esperar demasiado. Bueno alguno llegaba, pero cuando estaba subido a la parra no me acordaba de que mi misión en la tierra, era el escribir. La verdad es que ahora, escribo cuando me sale de los cojones y haga sol, frío y llueva o nieve, yo conseguí dominar ese arte pero sin alardes o sea que escribo con pasión y alevosía, pero no me considero el superman de la escritura. Me considero un tío más, de los muchos que hay, que escribe.
Porque viendo lo que hay y observando los miles y millones de escritores que hay por la vida, yo me siento un piojo tierno y dicharachero, pero eso sí, un piojo sin complejos. Y lo que se mueve detrás del telón, pues es que, por todos los sitios y lugares proliferan las escuelas que dicen que te van a enseñar a escribir. Y yo al principio estuve tentado y porque estaba más perdido que un pulpo en un garaje, pero gracias a Dios y a Buda y a seguir al pìe de la letra sus divinos consejos, dejé esa peregrina idea en la cuneta, pero tengo que reconocer que pasé mi trabajito, que pasé muchos meses y horas aporreando éste teclado y ya véis lo que aprendí, yo creo que sólo aprendí a soltarme por la puta cara.
No hay más detrás de ésta historia. Y antes maldecía ese tipo de academias, porque no te enseñan ni un huevo y como mucho te enseñan a lo que yo ya he aprendido, o sea, a perder la vergüenza, a lanzarte sin frenos. Pero estos aprendices de brujo, no te enseñan a caer, sí a caer de caer y de como levantarte de nuevo, ellos te calientan el ego y después eres tú solito el que te metes la hostia. Que ahí es donde está el truco de la cuestión, en que mientras todo va de rositas todo dios te da palmaditas, pero cuando te caes de la parra, no hay besos, ni palmaditas, sólo hay dolores del alma y ahí no está ningún listillo de estos, para ayudar a levantarte. Ahí sólo estás tú y yo o sea los dos, que somos como la Santísima Trinidad, dos en uno que conforman el Yo. ¡Hostia, qué profundo!.
Porque viendo lo que hay y observando los miles y millones de escritores que hay por la vida, yo me siento un piojo tierno y dicharachero, pero eso sí, un piojo sin complejos. Y lo que se mueve detrás del telón, pues es que, por todos los sitios y lugares proliferan las escuelas que dicen que te van a enseñar a escribir. Y yo al principio estuve tentado y porque estaba más perdido que un pulpo en un garaje, pero gracias a Dios y a Buda y a seguir al pìe de la letra sus divinos consejos, dejé esa peregrina idea en la cuneta, pero tengo que reconocer que pasé mi trabajito, que pasé muchos meses y horas aporreando éste teclado y ya véis lo que aprendí, yo creo que sólo aprendí a soltarme por la puta cara.
No hay más detrás de ésta historia. Y antes maldecía ese tipo de academias, porque no te enseñan ni un huevo y como mucho te enseñan a lo que yo ya he aprendido, o sea, a perder la vergüenza, a lanzarte sin frenos. Pero estos aprendices de brujo, no te enseñan a caer, sí a caer de caer y de como levantarte de nuevo, ellos te calientan el ego y después eres tú solito el que te metes la hostia. Que ahí es donde está el truco de la cuestión, en que mientras todo va de rositas todo dios te da palmaditas, pero cuando te caes de la parra, no hay besos, ni palmaditas, sólo hay dolores del alma y ahí no está ningún listillo de estos, para ayudar a levantarte. Ahí sólo estás tú y yo o sea los dos, que somos como la Santísima Trinidad, dos en uno que conforman el Yo. ¡Hostia, qué profundo!.
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