Yo tengo más o menos 3 amigos y amigas, que son muy pocos, pero están bien escogidos y esto es, para que me sirva de consuelo. Y tres eran tres las hijas de Elena y ninguna era buena... y tres hijos tengo yo y entonces en conclusión, sólo puedo tener tres amigos y porque me gustan los números impares y porque éramos tres hermanos y el número tres me cae muy bien y además como me atraen las cosas defectuosas, pues pasa que el número tres siempre cojea. La verdad es que son muy pocos amigos, pero pienso que actualmente es un bien un tanto escaso y que lo cuántico es importante, pero que la calidad lo es más. Tres amigos y que hace tres años y seguimos con el tres, tenía más, tenía como seis amigos, pero me cargué de un sólo golpe o de una sóla tacada a tres y por tanto me quedan tres.
Si se empieza por el tres, la cosa tiene que acabar en tres y yo cumplo las órdenes con fe ciega. Pues si a estos tres que me cargué, primero les mandé una misiva de que yo seguía vivo y ahí, iban incluídos los mil perdones que a algunos les debía. Segundo, esperé su respuesta durante unos meses y su respuesta fue el silencio cobarde y asesino. Tercero, se me empezaron a hinchar las pelotas como melones y entonces decidí mandarles un epitafio: se acabó la cosa, se acabó esa amistad de postín, se acabó la mierda pastelera, pero señores, no se acabó la vida, así que os vayan dando y arrieros somos y por el camino, NO NOS VEREMOS.
La vida de vez en cuando requiere de ese tipo de decisiones y cuando las decisiones están maduras y a punto de caer del árbol, hay que sacudirlas como a las olivas. Y además os cuento otra cosa: TE LIBERAS, te quitas un gran peso de la mochila, te perdonas por tus anteriores hechos y sobre todo, le dejas la pelota sobre su tejado. A partir de ahí, a él le toca mojarse y sino se moja, como me pasó a mí, pues que le vamos hacer, pues tío, que yo sin tí sigo viviendo y mira como respiro y me entusiasmo y mira como disfruto sin tenerte a mi lado y nos quedan cuatro telediarios y ya no volveremos a compartir el mismo sofá. Y no lloro porque la rabia ha secado mis lágrimas y no escupo al cielo, porque me salpico.
Si se empieza por el tres, la cosa tiene que acabar en tres y yo cumplo las órdenes con fe ciega. Pues si a estos tres que me cargué, primero les mandé una misiva de que yo seguía vivo y ahí, iban incluídos los mil perdones que a algunos les debía. Segundo, esperé su respuesta durante unos meses y su respuesta fue el silencio cobarde y asesino. Tercero, se me empezaron a hinchar las pelotas como melones y entonces decidí mandarles un epitafio: se acabó la cosa, se acabó esa amistad de postín, se acabó la mierda pastelera, pero señores, no se acabó la vida, así que os vayan dando y arrieros somos y por el camino, NO NOS VEREMOS.
La vida de vez en cuando requiere de ese tipo de decisiones y cuando las decisiones están maduras y a punto de caer del árbol, hay que sacudirlas como a las olivas. Y además os cuento otra cosa: TE LIBERAS, te quitas un gran peso de la mochila, te perdonas por tus anteriores hechos y sobre todo, le dejas la pelota sobre su tejado. A partir de ahí, a él le toca mojarse y sino se moja, como me pasó a mí, pues que le vamos hacer, pues tío, que yo sin tí sigo viviendo y mira como respiro y me entusiasmo y mira como disfruto sin tenerte a mi lado y nos quedan cuatro telediarios y ya no volveremos a compartir el mismo sofá. Y no lloro porque la rabia ha secado mis lágrimas y no escupo al cielo, porque me salpico.
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