Yo estoy aquí y vivo en medio del Mare Nostrum o Mar Mediterráneo. Y de mar, tiene aún algo o eso parece y de Nostrum, solo tiene el nombre, porque de mío no tiene nada y del resto, creo que tampoco tiene mucho. Es un mar contaminado, es un mar que sólo se mueve cuando los humanos cagan demasiado y entonces sobre su superficie, afloran los zurullos plastificados y cuando los inmigrantes mueren por tantos naufragios en su lucha por llegar al otro lado del hambre. Eso sí que debía ser motivo y causa para una guerra santa y donde participaría Guillermo Tell luchando con su arco infalible y Ricardo Corazón de León con sus legiones aplastaría al enemigo de una manera implacable. Pero no, los que mueren en masa en el mar Mediteráneo, no tienen la importancia necesaria como personas y por eso, casi nadie está moviendo un dedo por ellos.
Dentro de poco haremos carreteras sobre zurullos consolidados, secos y endurecidos como piedras, dentro de poco construiremos autopistas desde Grecia hasta Menorca o puede que algún avispado se le enciendan las luces y diga: ¿porqué no hacemos un gran aparcamiento? y ya véis en lo que va acabar el Mare Nostrum, por un lado un punto de entrada y por el otro, un punto de salida y por el medio, un inmenso aparcamiento de coches. Ya está, un gran aparcamiento y al carajo con el Mar Mediterráneo y un día existió y ya está, no hay porque darle más vueltas al asunto.
Las cosas pasan porque tienen que pasar y la Historia nos dice que los Dinosaurios existieron y hace millones de años de ello y por la misma lógica y por el mismo razonamiento, el Mar Mediterráneo tuvo su papel en la historia y ahora y perdonádme por mi sinceridad, viene lo más fuerte: al mar Mediterráneo le ha llegado su hora y yo ya tengo mi coche encendido y dispuesto a recorrer el charco.
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