Éste mundo es de locos, de cuerdos, sí que no es. Pero en cambio a ti, que eres una mierda pinchada a un palo, enseguida te ponen la etiqueta que no estás en tus cabales y ya está, ya vas de loco alocado por la vida. Los que se llaman así mismos cuerdos, son los que están arriba, los que mandan, los que dicen como debe ser tu comportamiento, los que dictan las leyes, los que te meten en chirona, los que te explotan, todos ellos, pertenecen al sector de la cordura. Por el medio están los obedientes, los complacientes, los cumplidores de sus normas, los que en nombre de ellos o de la religión que se han montado los de arriba, imponen sus reglas a golpe de sangre.
Y por último estamos los locos. Los que no nos creemos nada de la película, los que dudamos de lo enseñado, de lo impuesto, de lo establecido, pero eso tiene un precio, que es demasiada tensión el estar siempre luchando contra un gran gigante. Y claro, esa tensión acaba acumulándose, hasta que un día explotas y entonces varias neuronas se te han ido al carajo. Y ya eres un puto desequilibrado, al que hay que encerrar y después empastillar.
Te meten en el loquero y viene el descerebre intensivo, primero con pastillas que te dejan en un estado casi de coma y después poquito a poco te van devolviendo la conciencia. Pero en esa fase aún estás muy débil y por tanto es un momento muy apropiado para el verdadero lavado de cerebro. Normas de conducta a mansalva, como ser un buen chico, como ser empático, como poner el culo y decir ¡qué gusto!, como debes ser obediente con las normas sociales, como debes organizarte y hasta como debes limpiarte el culo.
Ya está, ya sales nuevo, ya sales como un gilipollas más, como un esclavo imbécil, como una ovejita bien educada y que irradia simpatía. Pero sobre todo, te han enseñado a callar, a que no protestes porque eso te altera, a que no dudes porque eso te desquicia, a que no preguntes porque eso te hace listo, en fin, que salir sales, pero como sales, es otro problema que ya tocaremos otro día.