Otra semana pasada entre profusos sudores producidos por el calor del Verano. No sé quién tiene el termostato en sus manos pero le pueden pasar varias cosdas: Una, que se haya quedado sobado. Dos, que ese operario esté de vacaciones y con esto de los recortes no le pusieran un sustituto. Tres, que haya recibido indicaciones de más arriba de que hay que elevar las temperaturas y como castigo por todos nuestros pecados. Yo opino que de las tres opciones la más válida es la tercera o sea que Dios ve que somos más ovejas descarriadas que buenas personas y él sabe que con un fuerte calor se ablandan las conciencias.
O sea él ve que en el fondo somos unos blandengues de mierda y que mucho bla, bla, blá... y mucho de que vamos a cambiar el mundo y que en el fondo de nuestra existencia sabemos que no vamos a cambiar nada. Y esto lo sabemos porque para cambiar el mundo hay que empezar por cambiarse a uno mismo y entre los predicadores del nuevo orden social no se observan muchos signos personales de cambio. Se mantienen los mismos valores sociales y la familia es el centro de todo el tinglado y como dice el otro, pues menos mal y porqué aún podemos apoyarnos en algo, pero ese algo no es precisamente un indicativo de un verdadero cambio personal.

Yo me acuerdo de mis tiempos revolucionarios en que se decía que la revolución empieza por uno mismo y han pasado un buen montón de años y sigue valiendo en mismísimo argumento. Si nosotros personalmente no somos capaces de cambiar, como le vamos a decir a los demás que cambien. Es lo que se llama ser consecuente con lo que piensas y sientes, pero esa consecuencia no todo dios se la aplica y al final y en consecuencia, pides que los demás hagan lo que tú no has hecho. Claro que en tiempos donde todo se mide por el poder de los votos, lo último que se puede pedir es que las personas sean consecuentes, se puede pedir que guarden las formas, que tiren la piedra y que escondan su mano, que se disfracen de corderitos buenos, que nos vendan su perfil de buenas personas y que así guarden las apariencias...Si ya lo decía el filósofo: no importa el fondo de las cosas, importa más el envoltorio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario