Pues resulta ¡qué he vuelto!. Que aún estoy afectado por esa paliza que me metí de viaje, pero como dice el dicho: sarna con gusto, no pica. Lo importante es que sigo vivo y coleando y con un nuevo y floreciente arsenal de sensanciones, de pensamientos y de ideas. Durante el viaje de 11 días, no escribí mucho que digamos, cuatro cosas sueltas que ya publicaré en cuanto me sienta con fuerzas. 3.500 kilómetros nos comimos mi coche y yo y eso sale a una media de 7 u 8 horas diarias conduciendo, pero no sólo de conducir está hecho el hombre y tengo grabados sitios que rozan lo mágico. Son pequeñas sensaciones, que juntas son una pasada, pero creo que necesitaré a un intérprete para poder traducirlas.
Y no creáis que no me costó el no escribir casi nada, me costó un huevo y la yema del otro, pero hay que entender que de momento no soy un máquina y lógicamente mientra conducía y visitaba sitios, no podía estar aporreando el teclado. No soy Dios, soy un hombre, no un simple hombre, soy como dicen muchos capullos que quieren autoadularse, un hombre muy especial y raro, raro, sí que lo soy y lo de muy especial, lo dejaremos sin el muy. La verdad es que ha medida que va pasando el tiempo, me voy sintiendo más humano, es decir, tengo mis dudas como todos tenemos, mis desasiegos, mis esperanzas, mis malos rollos, pero sobre todo, tengo que decir una cosa: que sigo desarrollando mis sueños.
Yo estoy convencido que el día en que note que ya no tengo sueños, estaré muerto en vida y por tanto, ya seré un zombi. Que eso, sí que es peor que morir físicamente, pues tú existencia será igual que la de un vegetal. En el fondo yo pienso, que no hay nada especial en mí, que soy un ciudadano normal al que le gusta ladrar y morder de vez en cuando y lo único que tengo yo de especial, es que me encantan los detalles, los pequeños detalles de la vida. Esa caricia tierna y sincera, ese beso dado al aire, que es para tí, ese abrazo de fusión de cuerpos, esa historia de a media mañana, ese pensamiento que te hace sentir mejor persona y esa mirada dulce y cristalina y con la suma de esos pequeños detalles me voy cargando de energía.
Y no creáis que no me costó el no escribir casi nada, me costó un huevo y la yema del otro, pero hay que entender que de momento no soy un máquina y lógicamente mientra conducía y visitaba sitios, no podía estar aporreando el teclado. No soy Dios, soy un hombre, no un simple hombre, soy como dicen muchos capullos que quieren autoadularse, un hombre muy especial y raro, raro, sí que lo soy y lo de muy especial, lo dejaremos sin el muy. La verdad es que ha medida que va pasando el tiempo, me voy sintiendo más humano, es decir, tengo mis dudas como todos tenemos, mis desasiegos, mis esperanzas, mis malos rollos, pero sobre todo, tengo que decir una cosa: que sigo desarrollando mis sueños.
Yo estoy convencido que el día en que note que ya no tengo sueños, estaré muerto en vida y por tanto, ya seré un zombi. Que eso, sí que es peor que morir físicamente, pues tú existencia será igual que la de un vegetal. En el fondo yo pienso, que no hay nada especial en mí, que soy un ciudadano normal al que le gusta ladrar y morder de vez en cuando y lo único que tengo yo de especial, es que me encantan los detalles, los pequeños detalles de la vida. Esa caricia tierna y sincera, ese beso dado al aire, que es para tí, ese abrazo de fusión de cuerpos, esa historia de a media mañana, ese pensamiento que te hace sentir mejor persona y esa mirada dulce y cristalina y con la suma de esos pequeños detalles me voy cargando de energía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario