Teje la araña su día
y engulle voraz,
pacientemente todo
lo que ya no podrá volar;
y de resultas simula,
teje y simula,
que ama las alturas.
Es casi una mariposa presa
de la tela
de su aracnidad triste.
Y murmura
–nadie la escucha–
y reza en las noches
mientras teje.

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