BIPOLAR (2.016)


Hay momentos y momentos, hay momentos viscerales, hay momentos entrañables, hay momentos de decisiones, de cabreos, de odios viscerales, de amores ciegos y perversos, de besos tiernos y de pasiones desatadas. Hay momentos para todo y yo creo que la clave está en saber disfrutar de cada momento, pues hasta de un cabreo uno se puede reír o llorar y sino es en el mismo momento, lo será más adelante. Que no quiero decir, que de todo nos podamos reír, pero si digo, que nos podemos reír mucho más de lo que nos reímos. Mira que no he tenido cabreos y cabreos a lo largo de mi vida y ahora viéndolos con la perspectiva que da el paso del tiempo, de muchos me escarallo de la risa, de otros no y porque fueron y son hechos que no tienen ni una pizca de gracia. Una cosa es sacarle la posible gracia a las cosas o hechos y otra muy distinta, es ser un graciosillo, cosa que algunos no entienden y por su puto empeño de hacer una gracia de todo y sea lo que sea.
Yo durante estos 4 últimos años me he reído de casi todo, pero no de todo y a veces es verdad que me costó encontrar la frontera que separaba una cosa de la otra y de todas formas me he reído hasta de mi sombra, pero también me he cabreado hasta confundir el cabreo con las ganas de matar a alguien (es un decir). Sí, me río de todo, pero soy tan pasional que me cabreo igual que me río y ya sé que esto suena a cosa bipolar, pero si lo bipolar es pasar de un estado de risa a uno de cabreo, yo creo que en este asunto soy el primero de la clase. De todas formas a mí ya no me importa aceptar que padezco algún tipo de enfermedad mental y porque a lo largo de mi vida, una vez o dos o cuarenta fuí diagnosticado de no se qué..., de algo que ni siquiera tiene nombre para la psiquiatría y donde se mezclaba la ansiedad, la depresión, una toxicomanía variopinta y la baja autoestima.
Y esto no lo digo yo, lo decían los santos psiquiatras o sea, los grandes popes del coco. Y ahora me estaba acordando de uno que era la hostia, era pomposo y grimoso y era el prototipo de psiquiatra: largas barbas espesas y largas, poco pelo pero largo y engominado y sudado, gafas de intelectual tipo Harry Potter, gran bebedor y con un fuerte control de sus emociones. Vamos, que no lo pillabas en un renuncio y porque el tío vendía todo el día su puta imagen de loquero. Claro que de aquellas yo estaba tan jodido que hasta el tío prenda me parecía un ídolo, pero aún así y al poco tiempo, se me derrumbó su imagen y porque en el fondo era demasiado relamido, pedante y asquerosillo. Hoy en día lo mandaría a la mierda a los dos o tres segundos y en tal caso el que tendría que escuchar las diatribas sobre la personalidad sería él, pero para demostrarle en su puta cara de psiquiatra, que era un verdadero gilipollas y que eso no tiene solución, ni tratamiento posible. No todos los psiquiatras son así de imbéciles, pero por mi experiencia he comprobado que un tanto por cien bastante alto presentan parecido grado de imbecilidad y por eso llego a pensar que en esos tiempos yo estaba más que fatal.



















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