LA LUZ

            Y son las 5 de la tarde y la noche empieza a extender su manto negro, vivir en éste Isla tiene sus grandes ventajas, las ventajas de vivir en los pueblos pequeños y más si es en una Isla, aún disminuyen más su tamaño, pero también tienen sus carencias y una de ellas, es ésta, en que en Invierno se hace de noche a las 5 de la tarde. Bueno yo como vivo dentro de mi burbuja y como también tengo la estufa de leña a tope, pues no echo en falta nada, quizá algo dulce, algo que me endulcé y suavice mis sensaciones, porque hoy son un poco radicales, hoy hacen un poco de daño.

          Hay sensaciones que da gusto tragárselas y disfrutas con su recuerdo como un loco. Y las hay que de primeras tiene muchas aristas y al tragarlas hacen daño, después puede que ya las digieras fácilmente y disfrutes con ello o puede que te produzcan una mala digestión y por tanto dolor de estómago. Hay veces que es una sensación lo que te hace entrar en el mundo de los recuerdos y otras veces es tu memoria la que te traiciona y te hace revivir otros momentos ya pasados. Pasados por el agua o pasados por las páginas de tú historia, pero al fin y al cabo, pasados.

            Al final los recuerdos te traen paisajes y caras, muchas caras y que pasan al mismo tiempo y a velocidades supersónicas. Y ahora me vino un recuerdo de cuando viví en Corcubión (Costa da Morte de Galicia) y me vino en forma de escalofrío, y no sé si de frío o fue de pánico. Pues las dos cosas viví allí, aparte de momentos sumamente placenteros, viví con mucho frío, pero no sólo frío físico, que también, sino y sobre todo, con frío del alma. Mi alma allí y al principio, hizo un intento por redimirse de tanto "pecado" y buscó una fórmula de tranquilizarse. Entonces intentó vivir en pareja y en una casa mala y húmeda, pero en la que puso todas sus ganas y sobre todo la dotó de calor humano. Pero bueno o no supe o ya era inútil, que más da, el caso, es que el frío volvió a mi alma.

               Y pánico también tuve, pequeños pero intensos momentos de pánico, quizá influidos por lo anterior expuesto, pero también buscados por mí solito. Creo que fue una de las épocas más destructivas de mi vida, arrasaba con todo a mi alrededor y también conmigo mismo. Después conocí la luz, la luz de Cádiz y sobre todo conocí a una persona de allí, quizá la mejor persona que he conocido en el mundo y de la cual y por supuesto de aquellas, me quedé más que enamorado. Y eso fue lo que me salvo del frío de los Infiernos y os juro que me salvé por los pelos. Desde esa mi alma anduvo a altibajos, caliente y fría, fría y caliente y a veces gélida. Y ahora desde casi 2 años y por otros motivos muy distintos, mi alma ha recobrado la luz de antes, la luz de Cádiz, luz cálida y brillante como ninguna.

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JULIO CORTÁZAR