Saberte vertical y poliédrica. Sentir a latigazos como de repente te eclipsas. Mis párpados se cierran cansados de buscar un punto de luz en los acantilados donde el sol cae más tarde y no hay marea que justifique el amor desmedido que se muere ahogado en mi boca ante lo irreparable, lo irreversible que encubre el tránsito sigiloso y el desconcierto de una complicidad estéril, de esta muerte lenta de la piel y su idioma, de este mantra vuelto pánico que nos deja la lengua bífida y hojas de trébol cayendo de la mirada cuando, entre tú y yo, luces y sombras juegan por los pasillos y se pierden como niños volviéndonos intangibles, irreales, sabiendo que “érase una vez…” es lo que queda de nuestro tiempo. Tu sombra cosida en mi espalda resistiendo el olvido cuando entro en mi casa-isla que se hunde y solo el sonido de sueños rotos, sola la afonía, sola la pena. Sola. |
JULIA GUTIÉRREZ
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