Después de ese paréntesis de felicidad, te toca deshojar de nuevo a la margarita y si te toca, el no, pues muy fácil, te ha tocado el sufrimiento, te tocan unos años de arrastrado. Y si te toca de nuevo el sí, ya no será lo mismo que la primera vez, porque la segunda vez nunca es igual que la primera. Pero bueno, cada X años, nos toca pasar por el tribunal que evalúa nuestra puta vida y lo malo, es que de cada vez te exigen más cosas, te exigen que seas más responsable, más amable, más empático, más emocionalmente estable y otra sarta de pamplinas.
Lo normal, si consideramos que la vida es un aprendizaje, pero claro depende de que tipo de aprendizaje hablamos. Porque evaluar a la gente por su grado de adaptación a lo que hay, por su grado de obediencia, por su grado de sumisión, pues una evaluación engañoso. A la gente se le debía medir por su grado de rebeldía, por su grado de sinceridad, por sus ganas de vivir y si se me apura, hasta por su grado de inestabilidad emocional, pues ya estoy hasta los cojones de tantos falsos santurrones que les das una hostia en pleno careto y te la devuelven con una sonrisa bobalicona de perdonavidas.
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