Más adelante esa rebeldía la encaucé por caminos revolucionarios y entonces venga a organizarse y venga a tirar panfletos y venga a hacer pintadas, asambleas y manifestaciones y de vez en cuando alguna cama redonda. Más adelante me cayeron los pilares revolucionarios al suelo e intenté recomponer la cosa. Un poquito de aquí, otro poquito de allá y esto nuevo lo incorporo y esto lo quito del medio, es decir, hice un amaño con todo lo que tenía y de ahí salió un engendro bastante confuso. A veces era revolucionario, en otras era un jipi reciclado y en algunas, era un moderno de mierda que estaba más perdido que un pulpo en un garaje. O sea, era un pupurri o mezcladillo de tío.
Y así fuí dando bandazos por la vida y a la vez, tragando mucha saliva, pues en mi, la bilis nunca dejó de segregarse. Y así hasta hace poco años, hará unos 15 o 20 años y fue cuando me di cuenta que había que parar de dar bandazos y que tenía que asentarme. Desde esas, sigo siendo un poco de todo, pero con un principio muy claro y del que ya nadie me mueve, ni me moverá nunca. Tengo que ser yo mismo y por encima de todo y aunque en ello se me vaya la vida. Y el yo mismo abarca: ser solidario y mejor persona, ser amable con quién se lo merezca, ser cariñoso y bondadoso, ser luchador de causas perdidas, ser entrañable y buen amigo, ser claro y conciso, ser un lunático, amar las plantas, árboles y flores, cuidarme y darme mimos...y no sigo, porque si no tendría que escribir un libro.

No hay comentarios:
Publicar un comentario