Al pricipio de su mandato (en este caso, hablo de mandato político), aún se sienten próximos a las de abajo, pues en cierta medida siguen apoyando en parte, las causas de los pringaos, pero el tiempo todo lo puede y donde dije digo ahora digo diego y ahora que ya soy un jefecito colocado en un lindo puestecito, os digo: "mi querido pueblo, estábais muy equivocados conmigo". Gracias en nombre del pueblo, por ser tan enorme ladillita y por iluminarnos con vuestra sapiencia claramente arribista. Pero lo que tú no sabes (querido trepa), es que los de abajo ya te han visto el plumero y ese plumero atufa y atufa demasiado a podrido de corruptela. Así que cada uno en su sitio y así se ven mejor las cosas, vamos que se despeja el campo de batalla y se aclara quién está enfrente de quién. Desde ese momento, ya no hay apoyos que valgan. La plebe es la plebe y yo estoy por encima de ella, piensan para sus adentros nada más salir de la cama cada mañana.
No penséis que es fácil de diagnosticar los primeros síntomas de la ladillitis que estos señores padecen, no señor, es tarea difícil y muy sibilina. Ellos juegan con las buenas intenciones de los demás, aparte que conocen el funcionamiento de las personas, al fin y al cabo y hasta hace muy poco, eran plebeyos como lo soy yo o como lo eres tú. Claro que jugar con las buenas intenciones de la gente tiene un límite (como todo en ésta vida), y llega un momento que de tanto poner uno el culo, te escuece y lo que escuece ya se sabe que te hace ser más cauto y por tanto, más desconfiado. O sea que en la vida todo tiene un límite, pero también tiene un precio (enseñanza confuciana). Y aquí vienen las primeras demostraciones de su poderío pueril y empiezan los reproches, los pequeños detalles que enmierdan las relaciones laborales y personales. Los trepas se suben con mucha facilidad a la parra y una vez instalados en ella, ya no hay nada ni nadie que los baje, su vida girará siempre bajo los mismos parámetros...de ir de carguito a carguito y tiro porque me toca y de ese bucle nunca saldrán.
Y cuidado, porque un trepa puede ser el compañero de todos los días, ese que te saluda cordialmente y con el compartes las gracias y que habla contigo asuntos transcendentes y hasta personales. Puede, no quiere decir tiene, pero por si acaso yo aviso y el que avisa no es traidor. La única manera que se me ocurre de descubrirlos, es ofreciéndoles un pequeño caramelito o una información privilegiada y observar su comportamiento. Si el sujeto a estudio, se empalma, o le crecen sus incisivos y empieza a babear por su boca como una babosa, entonces es que le va la mandanga de pisar a los compañeros y entonces, ya podemos saber, que hay otro trepa en ciernes. Vamos que ya está infectado por el virus de los trepas y aunque de momento sólo tendrá forma de larva, por lo demás seguirá aparentando que es un ser normal. Pero ya conocéis la teoría de la metamorfosis..., por la que empecé al principio de este pequeño escrito.
No penséis que es fácil de diagnosticar los primeros síntomas de la ladillitis que estos señores padecen, no señor, es tarea difícil y muy sibilina. Ellos juegan con las buenas intenciones de los demás, aparte que conocen el funcionamiento de las personas, al fin y al cabo y hasta hace muy poco, eran plebeyos como lo soy yo o como lo eres tú. Claro que jugar con las buenas intenciones de la gente tiene un límite (como todo en ésta vida), y llega un momento que de tanto poner uno el culo, te escuece y lo que escuece ya se sabe que te hace ser más cauto y por tanto, más desconfiado. O sea que en la vida todo tiene un límite, pero también tiene un precio (enseñanza confuciana). Y aquí vienen las primeras demostraciones de su poderío pueril y empiezan los reproches, los pequeños detalles que enmierdan las relaciones laborales y personales. Los trepas se suben con mucha facilidad a la parra y una vez instalados en ella, ya no hay nada ni nadie que los baje, su vida girará siempre bajo los mismos parámetros...de ir de carguito a carguito y tiro porque me toca y de ese bucle nunca saldrán.
Y cuidado, porque un trepa puede ser el compañero de todos los días, ese que te saluda cordialmente y con el compartes las gracias y que habla contigo asuntos transcendentes y hasta personales. Puede, no quiere decir tiene, pero por si acaso yo aviso y el que avisa no es traidor. La única manera que se me ocurre de descubrirlos, es ofreciéndoles un pequeño caramelito o una información privilegiada y observar su comportamiento. Si el sujeto a estudio, se empalma, o le crecen sus incisivos y empieza a babear por su boca como una babosa, entonces es que le va la mandanga de pisar a los compañeros y entonces, ya podemos saber, que hay otro trepa en ciernes. Vamos que ya está infectado por el virus de los trepas y aunque de momento sólo tendrá forma de larva, por lo demás seguirá aparentando que es un ser normal. Pero ya conocéis la teoría de la metamorfosis..., por la que empecé al principio de este pequeño escrito.
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