EL SINDROME DE BOURNOUT

 Ya me tengo que ir de nuevo, me paso la vida hiéndome y en éste caso es al curre. Son las 7 de la tarde y ya tengo encima esa pesada losa  y eso que entro a las 8. Pero lo que dije antes, que ya estoy cansado y la energía está bajo mínimos o está en la puta reserva. Ya sólo me quedan dos noches, pero parecen 20 años de condena. Ayer puse el despertador a las 7 de la mañana y hasta que me enteré estuvo media hora sonando y eso que suena como el bocina de un tren o la de un barco. Pero claro hasta las 2 y media de la mañana no me había dormido y cuando me desperté me llevé un susto que no veas, no sabía donde estaba y por desgracia estaba en la puta clínica privada (como la odio).

Estoy más quemado que la pipa de un indio. A lo mejor padezco el síndrome de Bournout o síndrome del quemado, cosa que tampoco es descartable, pues de la medicina estoy hasta los huevos, a los jefes los colgaría por los pulgares o por los huevos, a algunos compañeros los mandaría a un campo de fumigación y para desparasitarlos y así quitarles el servilismo de encima o lo que es lo mismo, quitarles esa capa grimosa de peloteo y de favores. Véis sólo me fijo en lo negativo y por eso yo sé, que estoy quemado.

Nada que no solucione unas buenas vacaciones, pero cuidado que los chorizos no se van de vacaciones y entonces tendré que poner una alarma que espante chorizos. Una alarma política y que suene en función de las promesas electorales, cuanto más promesas incumplidas más veces sonará. De todas formas no es mi obsesión que me roben, quizá sea porque no tengo muchas cosas de valor, salvo yo mismo y no creo que a éstas alturas de la película alguien tenga intención de robarme a mí como persona (mi valor es demasiado relativo como para tenerlo en cuenta).




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