Hay quién piensa que después de un
día malo viene otro mejor. Pues no señor, yo he comprobado y muchas
veces, que después de un día malo, viene otro peor y es más, eso
se convierte en una sucesión. Es decir que la cosa va por rachas de
mínimos, o sea que no hay quién te quite de una racha de por lo
menos 4 días malos y por no decir, 7 o 17. En cambio las rachas de
días buenos suelen ser más cortas en el tiempo y todo porque
después de una racha mala te toca por fin un día bueno y alucinas a
colores y ese día te parece un mes o un año.
Pues yo la verdad es que no sé en que
etapa estoy, si es buena o es mala o lo es a medias. Si es por palos
que me dan desde fuera, es mala y con ganas. Ahora si es el como me
lo tomo, es buena de buenísima. Por tanto no todo se mide por contar
las desgracias que te depara la vida, sino y fundamentalmente el como
te tomes los marrones. Porque hay veces que por un estornudo te
deprimes o porque alguien te miró mal o no te saludó y hay mil
ejemplos más de cosa superfluas, pero que te hacen daño.
En cambio otros día eres un Toro de
Miura y nada ni nadie puede contigo. Eres el Cid Campeador cabalgando
por los estepas castellanas y cortando cabezas de moros a destajo. Lo
que pasa es que días así hay pocos y son escasos y menos mal,
porque sino desaparecerían los moros de la Tierra. Un día así, es
largo por todo lo que resuelves, pero al mismo tiempo es corto y por
estar demasiado ocupado en el ardor de la batalla. Pero ya quisiera
yo, que los 365 días del año que fueran así.
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