EL CAMPO

Por primera vez en mucho tiempo me he equivocado con el cálculo del tiempo y pensaba que eran las 2 la tarde y son la 1,30. Siempre me pasa al revés, que yo voy más retrasado o que simplemente quiero ir así, por detrás del tiempo. Y ya vengo de regreso de la diminuta vuelta ciclista y más o menos hicieron 10 kilómetros en total. Con apenas 10 kilómetros no da tiempo a cruzar apuestas y mentalmente sólo hice una. Había una gorda a la que ni le cabía el casco y yo pensé, esa tía no llega a meta.

Y llegó y por sus ovarios que llegó y su bici tuvo el mérito de soportar sus más de 100 kilos de peso. No tuvo más alicientes el tema, no hubo incidencias, no hubo lluvia siempre amenazante y sólo hubo pedaleos y un bonito recorrido por las entrañas de una parte de la Isla. Como envidio a la gente que puede vivir en el campo y al ver sus huertas, plantas y árboles, me entran ganas de volver atrás en el tiempo y situarme en mi casa de Chiclana (Cádiz).


Pero bueno, es envidia sana y con ese pensamiento no hago daño a nadie y además es transitorio, sólo me dura mientras veo a ese tipo de casas, después y tal como llego a mi casa, se me olvida el campo y sus paisajes. Los recuerdo eso sí, pero ya no tengo ganas de cambiarme a otro sitio. Son lapsus temporales que duran unos minutos, pero mientras duran yo disfruto con ellos. Es como cuando ves a gente en un barco, primero sientes envidia ajena y después piensas que un carajo, que es mejor no tener un barco y por todos los cuidados que hay que darle y claro, la pasta que e va a costar el asunto.

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JULIO CORTÁZAR