UN PAÑO DE LÁGRIMAS

Veis aún me queda una hora para ir al curre y parece que sólo me quedan 5 minutos. Es que tengo que afeitarme, además de ir cenado y con la apariencia propia de un doctor seguro de si mismo y tú tienes esto y tú tienes aquello y hazme éstas pruebas para que me lo confirmen y venga a dar órdenes y diagnósticos y por supuesto, tratamientos. Lo malo de mi, es que ya no me creo nada y cuando me cuentan una película de síntomas y malestares, siempre me digo, de lo que usted me dice, me quedo con la mitad.

No siempre, pues el que está realmente mal, casi no puede contarte nada y de ese sí que me creo todo, pero de los que se explayan dando datos de sus malestares y de lo mucho que sufren, no me creo casi nada. Serán los años los culpables y por eso de que se te va haciendo el callo que de la misa no me creo ni la mitad y para ello no hay como probar el efecto placebo o sea le das una jarabe para la tos pero le convences que es para que digiera mejor y así curar su malestar y al cabo de un cuarto de hora, doctor ya me encuentro mejor.


Pues nada, ¡qué viva el efecto placebo!, que si cura, eso es lo importante. Total todos somos seres susceptibles de padecer todo y también se puede padecer de un poco de pamplina. Vamos que no somos putas máquinas carentes de sentimientos y a veces mezclamos las cosas y te duele algo del cuerpo porque en el fondo te duele algo del alma, claro que para ello es mejor un psicólogo que un médico, pero a falta de psicólogo siempre hay un médico que sirve de paño de lágrimas.

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JULIO CORTÁZAR