Pues aquí estamos de nuevo y como no
podía ser de otra forma, son las 4 de la tarde y estoy en pleno
postpandrio o en plena digestión. Estoy un poco lleno y atontado y
tiene su lógica lo de estar atontado, pues la sangre está al
servicio de la digestión y poca llega a mi cabeza. Pero no
preocuparos, tengo reservas de sangre fresca, aparte que mi digestión
la hago en modo economía y al final, no consumo tanto.
Mis reservas de sangre reluciente y
fresca las tengo en bonitos barriles de roble. Antes eran de vino
tinto y ahora son de sangre, al fin y al cabo, el color es parecido.
Tengo unas barricas grandes donde voy pisando a los tíos o tías que
coseché en una noche de luna llena, cuando yo me transformo en un
hombre lobo. Después los paso por una prensa y así les quito hasta
la última gota de sangre. Dejo que la sangre fermente y para que
expulse toda su mierda, que dependiendo de los tíos o tías que he
cosechado, puede ser mucha o puede ser poca.
Pero bueno, un vasito de sangre fresca
y reluciente para después de comer, es lo ideal. De todas formas no
voy tan desenfocado, pues hasta hace no mucho se usaba como terapia
para algunas enfermedades, la sangría humana y para ello, se le
aplicaban a su cuerpo esos bichos tan grimosos, que se llaman,
sanguijuelas. La idea era clara, se trataba de dejar al tío enfermo
casi seco de sangre y para ver si la sangre nueva producida por su
médula, estaba exenta de ese mal. Claro que al dejar al tío casi
seco de sangre, lo normal es que ya no remontara y por lo tanto, la
espichara.
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