Claro que ahora estoy en un momento
dulce de mi vida, pero para llegar a él, he pasado por un auténtico
calvario y no lo digo porque los que me rodearon fueran los
culpables, sino y más bien todo lo contrario, yo hice pasarlo putas
a mucha gente o puede que quizá a no tanta, pero los que estuvieron
a mi lado en ese proceso tan autodestructivo, las pasaron canutas. Y
es mi deber como persona, el reconocerlo y sacarme el sombrero ante
ellos.
Porque mira que fui bicho y julai y
cabrón y mentiroso y por no decir hijo de puta y egoísta.
Egocéntrico y servidor de mi propio ombligo y casi siempre y como
coartada, víctima del entorno y de los aconteceres diarios. Y no me
importa el ponerme de vuelta y media, pues ahora prefiero la política
de al pan, pan y al vino, vino. Porque además el ver de donde vienes
te hace estar más orgulloso de lo que hiciste para cambiar tu onda.
Pero no son milagros, son hechos reales
y para salir del atolladero, sólo hay que aplicar análisis y darte
una buena estopa o sea darte unas buenas hostias dialécticas. Y
después de ese proceso recoger los sembrado y de lo sembrado salgo
yo renovado. Por tanto, no todo fue andar entre flores de colores y
que bonita es mi Isla en la que yo vivo y qué puesta de sol y qué
luna llena más espléndida, no señor, hubo muchos nubarrones en mi
vida y en algunos momentos yo apostaba por el fin de mi existencia,
otra cosa diferente es que yo tuviera el valor para hacerlo. Y se
sabe que cuando eres un caracol arrastrado, careces del valor
necesario.
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