Apenas queda nada de aquél atardecer,
el sol se ocultaba bajo la línea del horizonte,
mientras tu rostro se evaporaba entre las nubes
pero mi paciencia se rebeló contra viento y marea
y así me gritó:
¡hasta aquí hemos llegado!
Y desde ese día soy yo el único testigo
de mis atardeceres dorados.
el sol se ocultaba bajo la línea del horizonte,
mientras tu rostro se evaporaba entre las nubes
pero mi paciencia se rebeló contra viento y marea
y así me gritó:
¡hasta aquí hemos llegado!
Y desde ese día soy yo el único testigo
de mis atardeceres dorados.

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