CENTRIFUGAPOEMAS 51
Despierto en los brazos de la madrugada.
Mi cuerpo y yo
nos damos los buenos días.
Hemos pasado buena noche.
El domingo nace bien.
Hasta las sábanas me acarician.
El silencio me saluda sonriendo.
El silencio
de los domingos
es el mejor.
El más elegante.
El más bello.
El más relajado.
Ahora mismo está tocando
una hermosa melodía muda.
Lo escucho con toda mi atención.
Es como si el mundo dejara de dar vueltas.
Es como si el universo durmiera el sueño imposible.
Viviría en su seno.
Viviría bajo su paraguas invisible.
Pero el silencio tiene vida corta y en nada lo matarán.
Y gemirán las persianas.
Y toserán los coches.
Y cantarán los pájaros sus melodías imperecederas.
Y yo volveré al mundo que da vueltas.
Montaré un decorado de horas para que el gris no me devore.
Saldré a la calle oculto tras las gafas de sol
y con música en los oídos para embellecer la realidad.
Deambularé aún no sé por dónde.
Hoy hay maratón en la ciudad.
Unos corren.
Otros estaremos atrapados en la ciudad confiscada.
No pasa nada.
No pueden encarcelar a los que volamos con el corazón.
Latiré por mundos perdidos.
Buscaré calles olvidadas para desaparecer entre las sombras.
Sombras mágicas.
Sombras acogedoras.
Me gusta pasear entre la nada.
Mirar casas ignoradas y pensar en los que viven dentro.
De vez en cuando se abre una puerta y sale alguien inimaginado.
Cómo son las vidas que desconozco?
Cuántas alegrías y tristezas atesoran?
Qué hubiera sido de mi vida si los hubiera conocido?
Estoy a tiempo aún de conocer algo o alguien que me ilusione?
Nadie responde.
Nadie responde porque no hay respuestas.
Da igual
Seguiré caminando por los tiempos y cosas que no sucedieron.
Y es muy posible que algo despierte mi imaginación.
Una fecha sobre la puerta de una casa.
Un patio donde ríen los geranios.
Una mirada que se oculta tras la niebla de un visillo.
Un balcón anclado en el tiempo que se resiste a modernizarse.
Una azotea donde la ropa tendida cuchichea ruborizada con el sol.
Y entonces brotará algún poema.
Y me sentiré bien mientras le doy vida y forma.
Y el poema me acompañará silbando versos por las calles del domingo.
Y ya seremos dos corazones.
Uno que late.
Y otro que latirá cuando nazca y sea leído.
Una pareja feliz caminando por calles sin tiempo entre latidos y bellos silencios.
Mi cuerpo y yo
nos damos los buenos días.
Hemos pasado buena noche.
El domingo nace bien.
Hasta las sábanas me acarician.
El silencio me saluda sonriendo.
El silencio
de los domingos
es el mejor.
El más elegante.
El más bello.
El más relajado.
Ahora mismo está tocando
una hermosa melodía muda.
Lo escucho con toda mi atención.
Es como si el mundo dejara de dar vueltas.
Es como si el universo durmiera el sueño imposible.
Viviría en su seno.
Viviría bajo su paraguas invisible.
Pero el silencio tiene vida corta y en nada lo matarán.
Y gemirán las persianas.
Y toserán los coches.
Y cantarán los pájaros sus melodías imperecederas.
Y yo volveré al mundo que da vueltas.
Montaré un decorado de horas para que el gris no me devore.
Saldré a la calle oculto tras las gafas de sol
y con música en los oídos para embellecer la realidad.
Deambularé aún no sé por dónde.
Hoy hay maratón en la ciudad.
Unos corren.
Otros estaremos atrapados en la ciudad confiscada.
No pasa nada.
No pueden encarcelar a los que volamos con el corazón.
Latiré por mundos perdidos.
Buscaré calles olvidadas para desaparecer entre las sombras.
Sombras mágicas.
Sombras acogedoras.
Me gusta pasear entre la nada.
Mirar casas ignoradas y pensar en los que viven dentro.
De vez en cuando se abre una puerta y sale alguien inimaginado.
Cómo son las vidas que desconozco?
Cuántas alegrías y tristezas atesoran?
Qué hubiera sido de mi vida si los hubiera conocido?
Estoy a tiempo aún de conocer algo o alguien que me ilusione?
Nadie responde.
Nadie responde porque no hay respuestas.
Da igual
Seguiré caminando por los tiempos y cosas que no sucedieron.
Y es muy posible que algo despierte mi imaginación.
Una fecha sobre la puerta de una casa.
Un patio donde ríen los geranios.
Una mirada que se oculta tras la niebla de un visillo.
Un balcón anclado en el tiempo que se resiste a modernizarse.
Una azotea donde la ropa tendida cuchichea ruborizada con el sol.
Y entonces brotará algún poema.
Y me sentiré bien mientras le doy vida y forma.
Y el poema me acompañará silbando versos por las calles del domingo.
Y ya seremos dos corazones.
Uno que late.
Y otro que latirá cuando nazca y sea leído.
Una pareja feliz caminando por calles sin tiempo entre latidos y bellos silencios.

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