RUTINAS

 Despertar cada mañana y abrir los ojos. Ver hacia la ventana abierta el día que hace. Asomar un poco la cabeza y para ver si también se ha despertado el viento. Bajar a ducharse. Vestirse. Ver el correo electrónico. Tomar mis cinco pastillas de las mañanas (ahora ya son 7 y 3 añadidas por la noche). Repasar mentalmente si tengo tareas por hacer y en donde y a que hora. Ponerme la mascarilla y salir a la calle. Ir a desayunar al bar de la esquina: tres cafés (no tomo más cafés en todo el día), una rica y sabrosa tostada de tomate restregado con jamón serrano y zumo de naranja natural como la vida misma. Periódico local entre mis manos y ponerme al día de tantas tonterías como algunos cuentan y dicen...pero a pesar de saber eso...las leo.

Después, vuelvo a casa y la ordeno y la ventilo y la limpio así por encima y como el que no quiere la cosa. Por último me siento delante de mi ordenador y así empiezo el traqueteo del escribir y que me va a llevar horas y horas. Sólo paro cerca de las 13 horas y para preparar la comida, la preparo y vuelvo a sentarme delante de mi ordenador. Y sobre las 14,30 bajo a comer y en media hora y como mucho, estoy despachado. Subo de nuevo a escribir, sobre las 15 horas y aquí si puedo y me dejan, pues sigo hasta las 22 horas (a veces más, pero otras veces, son menos). Me pongo una peli chula de Netflix o una serie, pero prefiero no poner series y porque te cuelgas de ellas y a mi ya me llega con estar colgado del escribir.

Sobre las 23,30 a 24 horas, me voy a la cama. Bueno, antes pongo el aire acondicionado porque sino me sería imposible dormir y vivir. Reconozco y lo tengo muy claro, que mi talón de Aquiles es el puto calor y por eso me conservo medio refrigerado. Después en cama, sueño y doy muchas vueltas en la cama. En general, duermo bien. Pero claro habría que decir, que tengo ayudita y tomo religiosamente todas las noches, mi pastillita dormidera.

Y de nuevo, empieza el despertar de cada mañana y el abrir de ojos y bla, bla, blá...




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