Tengo que agradecerla a la vida, toda su paciencia, pues a pesar que durante años luché contra de ella, ella supo perdonarme y me perdonó sin rencor ninguno y me perdonó de la mejor manera posible... no me reprochó absolutamente nada y la vida transcurrió como si anteriormente yo no hubiera luchado contra ella. Le tengo que agradecer los detalles que tuvo conmigo, pues yo le agredí de todas las maneras posibles e imposibles y ella como dama digna y respetuosa que es, me obsequió con retales de más vida.
Si hubiera querido hacerme daño, tuvo cien mil oportunidades. Yo espero que en mis escritos pase lo mismo y porque es lo que yo siento, deseo que las letras suden vida, que las frases se estremezcan de vida, que los pensamientos sean tremendamente positivos, que las ideas sean tiernas y frescas, que la lucidez y a veces la locura, sean sus pilas y su energía aeróbica y metabólica. Yo amo a la vida y visto lo visto, ella también me ama y juntos seremos como un caballo y su jinete, inseparables cuando cabalgamos o vivimos. Y bien compenetrados (que lo estamos) a veces daremos saltos mortales y otras veces, simplemente seguiremos cabalgando hasta el infinito o hasta donde nos dejen.
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