Otro Viernes en la viña del señor, otro Viernes que indica el comienzo del fin de semana y para algunos, como me pasa a mí, ya sonó el pistoletazo de salida. Bueno, ya no es tan pistoletazo, más bien es el sonido de una escopeta de feria, pues suena a pedo mal echado. Ya no hay la energía de antes, ya no hay las noches locas del fin de semana, ya no hay aquellas borracheras antológicas, ya no hay de aquellos liges de una noche. Mi fin de semana es como cualquier día de la semana, es levantarse, es hacer los recados que tocan, es escribir durante un buen rato, es hacer la comida, es volver a escribir durante unas horas y con el resultado final, de meterse en la cama.
¿Aburrido?, dirán algunos. Aburrido lo será para los que se aburren, porque a mi no me da tiempo de aburrirme y por una razón muy sencilla: hago lo que me apetece y además, disfruto con ello. Desde luego no me veo arrastrando mi cuerpo por los pubs, tomando copas y más copas, esnifando farlopa a todo trapo, liándome entre vahos alcohólicos con una tía más colocada que yo y porque sino no se lía conmigo. Y para que hablaros de las resacas, las criminales resacas de otros tiempos y que sólo pensar en ellas me entra dolor de cabeza. Claro que..., claro que hay que reconocer que se pasaba del carajo, que el alcohol te hace decir tonterías, pero que también tiene su punto de liberación, ese mismo que se da en una ocasión entre mil boracheras, pero que aún así, es el que siempre se persigue.
¡Joder!, cuantas borracheras me cogí yo esperando a que obrara ese milagro, a que me sintiera eufórico sin estar demasiado puesto, cosa que como ya dije, la mayoría de las veces no pasaba, al revés, otra copa más para alcanzar ese punto y otra y otra...y al final, ni punto ni hostias, el punto lo tenías tú, pero de borracho que estabas. Y esas noches en que no triunfabas para nada, esas noches antológicas que te hacían morder el polvo de la soledad más cruda, los amigos y amigas ya se habían ido y tú andando o bamboleandote bajo la lluvia y con ese pensamiento de derrota total y absoluta.
¿Aburrido?, dirán algunos. Aburrido lo será para los que se aburren, porque a mi no me da tiempo de aburrirme y por una razón muy sencilla: hago lo que me apetece y además, disfruto con ello. Desde luego no me veo arrastrando mi cuerpo por los pubs, tomando copas y más copas, esnifando farlopa a todo trapo, liándome entre vahos alcohólicos con una tía más colocada que yo y porque sino no se lía conmigo. Y para que hablaros de las resacas, las criminales resacas de otros tiempos y que sólo pensar en ellas me entra dolor de cabeza. Claro que..., claro que hay que reconocer que se pasaba del carajo, que el alcohol te hace decir tonterías, pero que también tiene su punto de liberación, ese mismo que se da en una ocasión entre mil boracheras, pero que aún así, es el que siempre se persigue.
¡Joder!, cuantas borracheras me cogí yo esperando a que obrara ese milagro, a que me sintiera eufórico sin estar demasiado puesto, cosa que como ya dije, la mayoría de las veces no pasaba, al revés, otra copa más para alcanzar ese punto y otra y otra...y al final, ni punto ni hostias, el punto lo tenías tú, pero de borracho que estabas. Y esas noches en que no triunfabas para nada, esas noches antológicas que te hacían morder el polvo de la soledad más cruda, los amigos y amigas ya se habían ido y tú andando o bamboleandote bajo la lluvia y con ese pensamiento de derrota total y absoluta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario