LA PANDEMIA EN MI PEQUEÑO PUEBLO







Es de observar el vacío general de todo lo que 

me rodea,

el aire frío de abril...es más frío sin nadie,


el tibio y tímido sol de ésta tarde,

es más tímido que nunca,

las nubes grises campan a sus anchas,

un perro camina pensativo

quizás esté pensando...

¿qué le pasa a los humanos?,

¿porqué están encerrados en su casa a cal y canto?,

al mismo tiempo un hombre cambia de acera,

quizá busque un sitio figurado que permanezca abierto en su cerebro,

un coche pasa despacio,

mucho ruido y pocas nueces (pienso yo), 

es ruido de motor diesel

(ronco, grave y pausado)

y pasa con toda la pomposidad posible,

como si el conductor fuera degustando el paisaje desértico,

pero señor...

¡váyase para casa!

y deje de expandir al dichoso virus asesino,

claro que a 50 metros de donde estoy

(aclaro, que estoy en mi casa),

hay cola para el super

y hay cola para la farmacia

y allí se presentan todos los adictos del pueblo,

en fila india y a dos metros de distancia,

pero el problema que hay

es que casi siempre son los mismos

y uno compra una zanahoria

y para hacerse la sopa del día

y el otro, medio kilo de fruta

y así al día siguiente tienen asegurado tener que volver

y a por otra zanahoria

y a por otro medio kilo de fruta


y así todos los días

y ya que estamos

vamos a la farmacia

y así pido algo para el dolor de cabeza

y una crema para las cejas

y de paso... me peso

y yo añadiría

y así me peso los huevos o los ovarios,

pues hay que tenerlos grandes e inmensos

y después quieren que yo me crea lo de la cuarentena,

cuando lo que había que hacer es...

usted no tiene justificación para estar en la calle,

pues a chirona y con cadenas desde la cabeza a los pies

y sino caben en chirona por overbooking

 pues ¡a galeras a remar!.

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JULIO CORTÁZAR