La mañana llegó atropellada, abrupta, fría y añil. Apagué el motor del coche, bajé y me dispuse a recibirla con la mirada serena. Me saludó con un abrazo de escarcha que me despertó el alma y la piel. Caminé tranquila por el camino blanco de tierra y sal. La cara al viento, los pensamientos volaron con él y repasé minuciosamente las tareas por hacer en este día de otoño. Como todas las mañanas entré por la puerta del trabajo y cerré con cuidado la cajita de sensaciones de mi corazón Otro día más ha comenzado... |
Lu Sesma
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